MS 3 - RAMEN ICHIRAKU

-Lista de... bla bla bla bla bla. No me importa, quiero el dinero y ya.- Dijo Takatsuka andando por la calle principal de la horrenda villa de la hoja cuyo clima no llegaba a soportar de ninguna manera, puesto que el calor y el estar encerrado en un asqueroso bosque le parecía de lo más horrible en el mundo. Sin embargo, tampoco podía pedir dejar de lado el hecho de ganar dinero por algo de esfuerzo mínimo. Sí, ni siquiera estaba fijado en algo tan ridículo como lo era completar esa tontería o esforzarse demasiado - en lo particular, quería tan solo ganar algo de dinero y ahorrarsse problemas. Por lo mismo, fue que pidio un simple saco de bolas de arroz para comenzar. Sí, no había nada más triste que vivir de una falsa caridad, sin duda alguna. Arrastrando aquel saco de piel bordada, continuó avanzando por la calle en pos de buscar más cosas de la lista que ni siquiera se había molestado en memorizar.

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Entre tanta entrega la Yuki siguió llevando el carrito por las calles que surcaban la tienda de ramen "Ichiraku" y sus allegados, al menos parecía que la gente lucía más tranquila a la hora de la compra de sus productos en especial de las carnes y las bolas de arroz que eran las más pedidas estos días. Aunque ya estaba completo su lista, la Yuki no podía desaprovechar la oportunidad de poder ganar más de estos manjares para ella y el santuario de Kirigakure, por más trabajo que le costara cumplir la lista a pesar de su pequeño cuerpo y casi poca fuerza al cumplir tareas demás peligrosas o cansinas para la sacerdotisa. -Un kilo más de bolas de arroz-

Luego de recoger en... no se acordaba donde precisamente, el primer ridículo kilo de arroz que se suponía debía de recolectar de entre veinte o algo por el estilo, Udono Takatsuka se vio a si mismo arrastrando la gran bolsota que además contenía el grano apenas recolectado. Rascándose el trasero sin pena ni gloria el habitante del País del Agua bostezó con fuerza justo apenas llegó hasta el segundo puesto que tenía marcado donde era que vendían más de aquella porquería. Tomando el ticket que le habían dicho que tenía que presentar al buscar tal ridiculez esperó apenas unos segundos cuando el dependiente salió con las manos llenas con una gran carga de arroz embolsado, sacando una cosa de cartón que supuso tenía más de eso para así dárselo con una expresión seria. Sí, eso no era más que tonterías sin duda alguna.

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Recorrió de nuevo los estantes para llevar a al tienda de arroz donde más carga le esperaba para ser llevada a los otros puestos de arroz, le ayudaron a cargarlos al carrito mientras divisaba cada estante en busca de mas carne para su lista. Con las manos ocupadas las sacerdotisa viajó hasta el siguiente puesto, entregando las bolsas de arroz al dueño y recibiendo un kilo de arroz en forma de paga, con esto y las bolsas que tenía guardadas en la tienda de galletas, ya tenía quince kilos para disponer, faltando le solamente cinco kilos para completar la tarea del arroz. Y con su nuevo trabajo, parecía que podía conseguir rápidamente el resto, aunque hasta ahora no veía nada de los huevos de gallina.  -Faltan los huevos, más carne de pollo y de res, pero eso con el tiempo y ¿donde estarán los huevos de gallina?-

Regresó por las bolsas de arroz que debía seguir llevando a cada puesto, y agradecía por ese trabajo pues no tenía que pagar por estas solo trabajar y de esa forma sería capaz de juntar sus ingredientes. Llevaba de nuevo las bolsas hacia otro puesto donde llegó en el momento preciso en que la gente le pedía más de este producto pues se había acabado justo en ese instante. -!Gracias, que acabas de llegar¡ Trae aquí esos sacos pequeña, debemos mantener a la clientela siempre feliz, si puedes te pediría que trajeras más en unos instantes, no creo que esto dure demasiado para todas estas desenfrenadas amas de casa- Rió por el comentario mientras las señoras soltaban un ligero bufido de frustración por las palabras peor no podían quejarse o se quedaban sin productos. -Ese saco es tuyo según el acuerdo, así que ve por más no tardes chica de cabellos azules-

Después del segundo puesto se dirigió al tercero, que se encontraba inmediatamente después del segundo a tan solo unos dos metros de distancia. El porqué colocar la recolección de un sitio a otro de manera tan ridícula, no tenía ni la más mínima idea pero en realidad no le importaba de igual forma. Tomando el paquete de arroz que se encontraba justo frente a él en el tocador tan solo suspiró del aburrimiento, tomando aquella cosa para así tirarla dentro del saco que se encontraba cargando en esos mismos instantes o mejor dicho, tirarla dentro del saco que se encontraba arrastrando sin mucho decoro o ánimo para ello. Aún si su motivación más clara era obviamente el dinero, eso no implicaba que su emoción fuera más... maciza que un poco de papel arroz mojado.

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Y si buscar las primeras tres bolsas fue tedioso, la tediosidad se disparó a niveles insospechados cuando la espera que antes no fue demasiada pero si exasperante se volvió insoportable al momento en que la vieja bruja que atendía el otro puesto en la calle principal de ese estúpido mercado se dispuso a buscar más y más y más estupideces antes de dignarse a darle la ridiculez pedida con más antelación de la que supuestamente se presumía. Era eso o que simplemente, estaba demasiado quejón para su buena fortuna o... no lo sabía con certeza, pero si estaba completamente seguro de algo: estaba fastidiado. El arroz no le molestaba, pero buscar arroz en un sitio con un clima tan nefasto, patético y malagraciado como lo era el regente en el estúpido país del fuego... si, eso si lo ponía de muy mal y horrendo humor, sin duda alguna, por lo cual, tan solo arrugó más la cara cuando la vieja anciana idiota finalmente se decidía a aparecer con el montón de arroz empaquetado.

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Agraciadamente el quinto dependiente fue mucho más al grano y menos imbécil que la anciana babosa que lo había atendido anteriormente, colocándose los lentes de buena manera una vez pidió lo que había en la lista para así desaparecer tras la tienda y presentarse sin más dilación, mostrando una cajita con varios... huevos o algo de ese estilo que evidentemente no era arroz. Levantando una de sus pobladas cejas mientras se rascaba el trasero, le preguntó porque precisamente le daba huevos en lugar de esos ridículos paquetes de arroz a lo que sabiamente le respondió que efectivamente, ya no le quedaban más de esos y que por lo mismo, solo estaba dando huevos en su lugar... que también estaban en la lista y resultaban ser un poco más raros que las asquerosas bolsas de arroz. Mostrando con su boca una expresión de sorpresa y aburrimiento mezclados y no muy prominentes, finalmente asintió, saliendo de allí sin dejar de arrastrar la bolsa donde había lanzado los paquetes de arroz y colocado de mejor manera los huevos.

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