Truenos, Rayos y Relampagos

Después de días siguiendo ese sendero, se acostumbró plenamente al caminar sobre los acantilados. Un estrechó camino que se asomaba sobre el precipicio, una ruta mortal que solamente los más osados o en contra parte aquellos dementes, se atreverían seguir. Pero debido al caprichoso relieve, no existía una alternativa más seguro, así como él, una infinidad de viajeros domaron esas inexpugnables montañas, sometiéndolas a sus designios para así abrir una compleja brecha de comunicación entre los distintos pueblos montañeses. En esta ocasión el jovenzuelo solo se tenía a sí mismo como única compañía, a todas luces su viaje era un suicidio.

Pero no era la primea vez que estuviera solo en esos desolados paisajes, conocía perfectamente los engañosos caminos, hacia donde debía de dirigirse, que tanto podía acercarse al precipicio antes de caer al vacío y que su cadáver se perdiera en las innumerables pendientes. Aunque lo que le comenzó a preocupar fue el cumuló de nueves que se formaron en el cielo, en efecto aquello significó que una tormenta se avecinaba. Su andar pronto se vio complicado por una tenue llovizna, fría, inquietante, por los deslaves y que el terreno se volvió poco firme. Aunque el mayor peligro apenas tomaría forma.

Descarto rápidamente el seguir andando hacia el otro pueblo, se centró en encontrar refugio, una cueva cercana fue más que suficiente. ¿Por qué razón suspender  su viaje? Sencillo, la atmosfera comenzó a cambiar, al igual que la presión, rápidamente la lluvia cesó  y el cielo ennegrecido dejo caer su verdadera furia, un sinfín de  truenos se escucharon, mientras los relámpagos iluminaban las nubes, para después dejar caer con todo su poder un sinfín de rayos. Una tormenta eléctrica suscitó en aquellas montañas, un fenómeno bien documentado en aquel país y al que debía su nombre. Un espectáculo fantástico e igual de mortal, cualquier viajero que estuviera en medio de esas tormentas, sin tener un refugio practicante seria lo último que sus ojos vieran.

Se recostó en la cueva donde se refugió, al no saber cuánto tardaría los rayos en cesar, lo mejor que pudo hacer fue descansar, recuperar fuerzas y después reanudar su andar hacia el siguiente pueblo. Por el momento sus pensamientos eran eclipsados por el estruendo del cielo. Era un hecho, tardaría horas en poder salir.

No supo cuánto tiempo permaneció en  las penumbras, que fueron interrumpidas por el destello de los incesantes rayos, después de algunas horas la tormenta por fin cesó y pudo de nuevo abandonar su guarida, aunque el sol ya había caído, por lo tanto aunque en un principio considero el camino libre, esto no podría ser. No hubo otra alternativa más que permanecer hasta el alba en aquella cueva que hacía de refugio improvisado. A la mañana siguiente con los primeros rayos del sol, el joven viajero despertó de su letargo y tomó sus escasas pertenencias para reanudar la marcha.

Lo primero que hizo fue observan las nubes del cielo, identificando si existía alguna señal que indicara que una nueva tormenta eléctrica, estuviera gestándose, aunque el cielo estaba nublado, parecía que se tardaría algunas horas para que el clima se viera afectado por un nuevo fenómeno meteorológico. Así que el tiempo apremiaba, no podía seguir desperdiciándolo o sería un día más de viaje. Con esto en mente retomó su trayecto, bajando por los peligros acantilados, en los caminos desgastados, los cuales solo podían ser reconocidos si alguien más te los hubiera enseñado, de otra manera no se podría distinguir los senderos.

A medio día visualizó tras una loma cercana los indicios del pueblo próximo, no pudo mentirse a sí mismo, sintió alivio al ver que su destino estuviera a pocos kilómetros, tal vez una hora más de caminar cuando mucho. Por fin podría arribar al punto donde se propuso ir. Ahí podría descansar, saciar su hambre y su sed como era debido. Aún tenía el suficiente dinero para poder hacerlo y al no tratarse de una zona de lujo o turística, los precios no serían demasiado altos o por lo menos eso era lo que quería pensar.