Hacia un nuevo destino

por Vergil Ōtsutsuki Dom Jun 05, 2016 8:29 am

Durante el tiempo en que estuvo vagando por el país del viento, Vergil habia estudiado el comportamiento de los habitantes del lugar y había convivido con ellos, aprendido sus costumbres y tradiciones. Y no pudo evitar el notar cierta inquietud entre los aldeanos cuando hablaban de aquel lugar que había oído llamar Sunagakure, que decían era la aldea más grande de todo el país, aquella donde se situaba el Palacio Feudal. Los murmullos apuntaban a ese sitio, por lo que Vergil pensó que debía ser un lugar importante; «Como el castillo de la familia principal», había reflexionado en una ocasión, al contemplar la prominente edificación.

Él por su parte había conseguido hospedarse en una posada en alguna parte del país. No era un lugar de gran nivel económico, pero se sostenía bastante bien. Vergil nunca había pertenecido al círculo de confianza del líder Otsutsuki y su vida de lujos, por lo que estaba más que acostumbrado a ver lo que veía por las calles de esa pequeña aldea. La vida en la Luna no era tan diferente a ese otro mundo, después de todo.

Había pasado cerca de una semana y Vergil ya estaba listo para marchar. Con el dinero de las misiones había comprado las provisiones necesarias, ropa y otras cosas que creía iba a necesitar para su largo viaje que aún no tenía un destino determinado. Pero había escuchado hablar de Konohagakure, la mayor potencia de las cinco grandes naciones ninja, y pensó que debía visitar ese lugar.

Era extraño, se decía a sí mismo, había recorrido la mayor parte de ese mundo y no había hallado señal alguna de que los corruptos terrícolas estuvieran utilizando el chakra para fines destructivos. La mayoría de los sitios visitados fueron aldeas relativamente pacíficas y civilizadas que buscaban subsistir sin causar conmoción. Sin embargo, no podía rendirse; rumores decían que en alguna parte del mundo alguien estaba haciendo uso del chakra para despertar fuerzas ajenas, poderes prohibidos que no les pertenecían y que debían estar sellados.

Guardó por último la katana en su cinturón y se colgó la mochila al hombro, listo para abandonar ese país y continuar con su viaje que aún mucho camino le quedaba.