Gran Comedor

Había sido una noche movida, por lo que ahora el proveniente del clan Nara no sentía más ganas de andar caminando por ahí y decidió que sería buena idea el poder asistir a la fiesta. Había escuchado que todos irían hasta allí y, quizás, si contaba con un poco de suerte, podría ver a la Uchiha allí adentro y quién sabe… invitarle un trago o algo. Mal que mal, ya se conocían desde hace un tiempo y creía que ya era el momento de actuar; no quería que nadie se le adelantase, después de todo, era un tipo bastante posesivo y odiaba el perder, aún si se trataba de cosas que realmente no terminaba por entender del todo.

Fue así como, tras pasar la puerta, se dirigió hacia su interior y comenzó a buscar entre los alrededores a ver si se encontraba por allí con ella. No obstante, más que un par de mujerzuelas que le recordaban a Aiko, el pelinegro no encontró por ningún lado a la Uchiha y se resignó a que seguramente la mujer no era precisamente una asidua a esas cuestiones tan banales y ciertamente, carentes de lo que supuso realmente le había de gustar a la de ojos rojos. 

-  Beh… yo y mi suerte - Pronunció con desgano y luego, bebió un poco de su vaso de ponche y se quedó allí sentado pensando en que le gustaría, por lo menos, quedarse a limpiar todo cuando acabase.De paso, aprovechó para tomar más dulces de una caja que había por ahí cerca. 

Persiguió a toda velocidad a lo que creía que podía ser Karura Uchiha a través de la casa, aprovechando de recolectar una gran cantidad de dulces en el camino. Primero, pasaron por las fogatas y las tiendas de calabazas, en donde de paso Rivaille Nara tuvo que escapar de la bruja que quería cobrarle la calabaza. Luego, pasaron por distintas habitaciones hasta que , finalmente, la muchacha de cabello largo dejó de correr y entre las sombras, se quedó “parada” en un rincón sin hacer ningún movimiento. Extrañado por la repentina supuesta actitud de la Uchiha, el menor de los Nara se acercó con cuidado extendiendo su brazo y, sin dejar que lo descubriese, le dio una especie de “susto” combinado con un saludo. 

- KARURA!!! 

No le dio tiempo a reaccionar y sin pensarlo, y de paso motivado por la euforia del momento y la ansiedad de estar por fin cara a cara con ella, tomó su rostro con fuerza y ambas manos para proceder a darle un fuerte beso en toda la boca y, sin dejar que reaccionase, la tuvo así por un buen rato hasta que pudo sentir que las manos lo retiraban y … para sus sorpresa, al abrir los ojos no era Karura lo que tenía en frente. 

- Oh… mierda. 

-Mira así se hace- Dijo la momia amiga acercándose a una chica de cabellos naranjas que se servía un poco de ponche para tomar y celebrar la noche, de la nada el joven se acercó hasta ella y de sus labios un sonido grotesco escapó hasta que la dama soltó la bebida manchando el piso y llamando la atención de muchos que luego acompañaron la jugarreta con una sonrisa y más risas hasta la chica de cabellos naranjas que se sirvió otra copa como si nada pasara. -Ves así de fácil- Dijo mientras se apoyaba en la pared para luego empujar a Mavis por los hombres y enviarla hasta otra pareja que yacía muy unida para haberse conocido recién. Con paso casi espectral la sacerdotisa se acercó hasta posar su pálida mano en una de las copas de los jóvenes a tiempo que estos levantaban la mirada para ver a un ser oscuro ser acercarse a la chica y emitir un aire helado en su piel para luego hablar de una forma tan mortífera como pudo. -Muévete o te sacaré las entrañas- Dijo Mavis con voz teatral, esperando que funcionara los consejos del sujeto momia, y al parecer habían hecho efecto pues ahora la mujer parecía temblar ligeramente antes de tomar la mano de su novio y salir huyendo, lo cual se gano una sonrisa de la Yuki y de su nuevo amigo momia. 

Luego de escapar de la fiesta la Yuki corrió sin rumbo fijo por todo el salón del baile, aquello le había afectado y chocado bastante como para pararse a pensar sobre lo sucedido, se había besado con una chica que pensaba que era un chico nada más que eso. Con la mirada gacha se acercó hasta los salones del comedor donde se sentó sobre una silla cercana a una mesa de malvaviscos o productos dulces que podía asar en las calaveras de fuego que acompañaban la mesa, por ahora solo quería comer y continuar comiendo para olvidarse aquel episodio parecido a una pesadilla que era su vida actualmente. -Quiero más...- Se dijo la yuki tomando varios malvaviscos y asándolos con varios chicos vestidos de negro y con mirada sombría, uniendo-seles en su dolor o lo que fuera que estuvieran lamentando en el gran comedor mientras otros reían. -Uno más, uno menos.. Tan sólo faltan unos cientos- Cantó asando y comiendo cada uno de ellos, hasta que no pudo más y se lanzó con los brazos abiertos sobre la mesa para tomarse un descanso a la vez que movía de un lado a otro su conejo repleto de dulces para alegría de ella y de los huérfanos del orfanato. 

Ligeramente picantes, demasiado dulzones, ácidos, con goma de mascar  o con relleno de frutas líquido, esas eran las variedades de dulces que la de cabellos celestes había probado en toda la noche hasta ahora, claro aparte de los malvaviscos o bombones. Aún así la menor parecía divertirse y seguir recolectando la mayoría de dulces que caían en muchos casos del cielo, que venían en calabazas escondidas en la huerta. En algunos ataúdes puestos para adornar el lugar, u ocultos hasta en las bebidas y bien envueltos para no ser fácilmente detectados. Aquel sitio era un paraíso entre los dulces, una bendición para Mavis Yuki, que ya no sabía donde guardar más de sus gustos en su conejo-calabaza, de ser así tendría que comprar otra de esas para llevar y sería mas laboriosos regresar por aquellas casas del mal, que se habían llevado de por sí muchos de sus amados postres envueltos. -Cuantos más mejor, mucho mejor... Para el  padre, para los niños, para mí, otro para mí, más para los niños y aún más para los niños... ¡Oh! para el gato, no el gato no come... Entonces ese para mí-