Hyo vs Hayato

Era de noche aun, pero las tinieblas durarían poco dominando el panorama, en poco tiempo el astro rey gobernaría de nuevo los cielos, dando paso a que la luz inundara todo, relegando a las sombras a espacios limitados. Como era costumbre en Hayato y Tsume, ese día decidieron despertarse temprano e iniciar sus rutinas, buscar algo que comer y alistarse para continuar una misión que recientemente se le había asignado al shinobi.

Una ligera brisa se dejaba sentir y transportaba los últimos rumores nocturnos. Decidieron que sería bueno cazar algo para comer y preparar para el viaje. Tsume se adelantó para apartar a un ciervo de sus congéneres, mientras Hayato bloqueó su ruta de escape teniéndole una emboscada. La cacaería había dado resultado, tenían una buena presa, pero en eso algo inquieto al lobo, su olfato había detectado el olor de otra persona, de inmediato el joven Inuzuka se percató también de esa presencia. No estaban solos en ese valle, alguien más les hacía compañía.

Tomó su kusarigama y sin temor ni duda, salió al encuentro de aquella persona, le importaba poco quien se tratara, el lobo caminaba a su lado, ambos tenían un andar tranquilo, demasiado tranquilo pero decidido en lo que harían.

Aún faltaba casi una hora para el alba, los sutiles rumores de la hora más oscura eran una tranquilizadora sinfonía para el "espíritu mítico" que cruzaba aquellos parajes a prisa y sin detenerse, con la firme intención de volver a casa, con un sigiloso andar, cuidando de no perturbar a los habitantes de aquel bosque, ni a los que volvían tras una noche de cacería, ni a los que estaban próximos a despertar, sin embargo, no todos tenían las mismas consideraciones que ella. Los casi imperceptibles balidos de unos ciervos asustados, acompañados del rápido trote de sus pezuñas sobre el prado en un intento de huir del depredador y ponerse a salvo, provocaron que la albina mujer se cambiase el ritmo de su andar, tomando impulso para subir de un salto a las ramas de un árbol a su costado izquierdo, para luego buscar una posición más ventajosa que le ofreciera una buena visión panorámica. Pues era demasiado tarde para que algún depredador local estuviera persiguiendo a la manada de ciervos, eso solo podía tratarse de actividad humana y dado que se encontraba en un país enemigo, no era buena señal, por lo que se quedó quieta y deslizó su mano hasta un kunai oculto en el ovi lila que ceñía su furisode blanco.

Fue solo un instante en que la albina bajó la guardia, distraída por la carrera de los ciervos, pero eso bastó para que fuera sorprendida por un hombre que apareció en la rama frente a ella lanzándole una patada baja para derribarla, cosa que consiguió, sin embargo la joven giró en el aire, pretendiendo conseguir un buen aterrizaje, con lo que no contaba es que hubiese un lobo acompañando al sujeto.

De inicio, solo pudo notar una sombra grisácea que se dirigía a ella, por lo que buscó un kunai en su obi, sin embargo, al tener más cerca la figura y ver que se trataba de una de las criaturas a las que más respeto y aprecio les tenía, soltó la cuchilla, estaba acostumbrada a tratar con los cánidos que dominaban los bosques y pensó que podría manejarlo, sin embargo, este era diferente, tenía un "amo" cosa que los lobos salvajes no toleraban, tenía un compañero ninja y estaba entrenado, por lo que Hyo lamentó el haber soltado su arma cuando los afilados colmillos se clavaron en su brazo y la mancha carmesí se extendió por la manga de su blanco furisode, sin embargo, la joven no emitió quejido alguno, ni siquiera hizo una mueca, como si nada le hubiese ocurrido y fijó su azur mirada en los ambarinos ojos del can.

- Vergonzoso. - Musitó con voz fría. - He conocido a grandes señores de los lobos y ninguno toleraría ser comandado por un simple humano. -

El ataque coordinado fue exitoso. Gracias a su velocidad, Hayato logró superar a la joven desconocida, para posteriormente derribarla de la rama sobre la que se encontraba. Sin poder evitarlo, tuvo una caída directo al vació, donde se encontró atrapada por la emboscada de Tsume. Los colmillos del canido, lograron atravesar su piel y su ropa se impregno de sangre. Pero ni siquiera por la herida, la joven mostro una expresión de dolor o molestia, seguía manteniendo una apariencia fría, como si nada hubiera pasado.

Pero cuando ella fijó sus ojos en el lobo, su mirada cambio levemente, mostrando su desaprobación hacia el animal. Aunado al leve murmuro que artículo. Hayato que contaba con un excelente odio, logro escuchar esas palabras. Molestándose por esa escena.–Lo único vergonzoso es que no fuiste capaz de evitar ese golpe–  tomo su kusarigama y preparo para usarla. Quería interrogar un poco a la extraña, pero por su actitud no se la pondría fácil, así que desde su punto de vista lo mejor era ponerla fuera de combate.

Lanzó el arma, de tal manera que la cadena terminara enredando a su oponente y  acto seguido dio un  salto hacia el suelo, era claro que la caída libre terminaría sobre aquella extraña mujer, quien ahora se tenía que preocupar, por esquivar el arma, al lobo y al shinobi.

La albina se limitó a ignorar al sujeto y mirar profundamente al lobo que la sujetaba de su brazo derramando su sangre que muchos hubieran creído azul por lo fría que solía ser. Observaba a aquel canino y se preguntaba qué cosa espantosa y desastrosa podía haberle ocurrido a aquella magnífica criatura para someterse al yugo de un humano cualquiera, absurdo, frágil… no era natural ni correcto.

Sin decir más nada, la joven tomó el hocico del lobo y la obligó a soltar su brazo, obligándolo a retroceder por un instante, breve, pero suficiente para ponerse de pie y sacar su espada, además de evadir un segundo ataque proveniente de aquel dúo que se le antojaba inverosímil, sin embargo, recordó algunas de las cosas que había aprendido en el palacio de la Villa Yuki y eso si bien no le aclaró las cosas, le dio una idea de con quien se encontraba tratando. La Gran Espada se estiró por sí misma, despertando luego de un aburrido día y buscando un buen bocado, por lo que se abalanzó sobre el shinobi, mientras que la kunoichi, a su vez, fue atrapada por el arma de aquel sujeto que se enredó en torno a su cuerpo, pero una vez más, no se inmutó en lo más mínimo. – Bien, me atrapaste y ¿qué harás ahora pequeño Inuzuka? – Preguntó con sorna y sarcasmo, como si el caer en aquella trampa, hubiera sido su plan todo el tiempo, mientras que una sutil sonrisa se dibujó en su rostro cuando la herida ocasionada por el lobo comenzó a curarse por sí sola y la joven emitía un halo helado.
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Defensa = 66 (Efectiva contra el jutsu)
Jutsu = 19 (Anulado)
Chakra = 45 – 2 (Samehada) = 43
Objeto = 7 (Efectivo)

Daño Final = 350 (Samehada)

HP = 3113 – 300 (Kusarigama) = 2813 + 960 (Collar de copo de nieve) + 480 (Samehada) = 4253

Objetos:

La joven logró ingeniárselas para poder esquivar el ataque coordinado entre Hayato y Tsume. El Inuzuka sabía que sus movimientos fueron precisos y que se movía a la par con el lobo gris, por lo que se sorprendió por que ella fue capaz de esquivarlos.–Eso no me lo esperaba…– musitó el joven, aunque no todo fue un fracaso. La Kusarigama puedo enredarse alrededor del cuerpo de la kunoichi, aprisionándola y restringiendo sus movimientos. Con eso la situación cambiaba radicalmente, el acero con que estaba construida esa cadena, era resistente y era prácticamente imposible para una persona romperlo.

Justo cuando se iba a preparar para efectuar una nueva embestida, salió algo completamente inesperado, la espada  de la joven se lanzó en contra de Hayato, como si tuviera vida e inteligencia propia, sus movimientos fueron algo torpes y el shinobi pude ponerse a salvo.–Tenias bien guardado ese truco, con razón tu calma porque estuvieras aprisionada, pero necesitaras algo más que eso. Dime ¿Quién eres? Y ¿A qué has venido?–

La albina ni se inmutó ante el comentario del shinobi a quien solo miró con plena calma, incluso tal vez con un dejo de fastidio, tras lo cual enarcó una ceja, pero todo el tiempo guardó completo silencio, después de todo, aunque ella estuviera atrapada, Samehada no, y eso era importante, por lo que simplemente miró de esa forma retadora al hombre, clavando su azul mirada en los ojos del sujeto, de una forma que podría exasperar a cualquiera, no solo había sido atacada sin razón, sino que además era una kunoichi por lo que entregaría sangre antes que respuestas y a decir verdad, hasta se sentía un tanto curiosa de averiguar qué tipo de táctica emplearía aquel sujeto para intentarlo, luego desvió su mirada al lobo, recordando a Okami y estudiándolo, no parecía ser una cruza de perro como para tener la docilidad de una mascota, pero a la vez estaba demasiado calmado mientras ella sangraba un poco aún del brazo que había sido alcanzado por las fauces del animal y mientras todo esto ocurría, ella ni siquiera hizo el intento por liberarse.

–Esto se puede volver una pérdida de tiempo , alguien como ella no hablara si de fácil–  exclamó el shinobi dirigiéndose al lobo, sin prestarle mucha atención a la joven, quien seguía atrapada por la cadena de la kusarigama. Por un instante se quedó pensando cual era la mejor opción a seguir. Era extranjera eso era claro, por lo que era necesario saber por qué motivo se encontraba en ese lugar. Además algo llamo su atención, la espada que portaba, parecía cualquier cosa menos una arma elaborada por personas. – ¿Tiburón?–  preguntó intrigado, al notar que en lugar de tener el olor a metal, tenía el aroma de un escualo. Algo que demasiado peculiar para pasar por alto. Algo le decía que no estaba tratando con cualquier juniche y que tanto ella, como su arma no habían mostrado su verdadera capacidad.–Por lo que le pondremos punto final a todo esto– Cerró su puño y sin dudarlo se lanzó a dar un golpe a la joven y dejarla fuera de combate. Quería finiquitar el asunto, antes de que ella encontrara la manera de liberarse de sus cadenas.

La joven albina esbozó una confiada y maliciosa sonrisa, que se extendió tanto como fue posible por sus labios de color rosa claro, mientras sus ojos como cristales de hielo depositaban una afilada mirada sobre el Inuzuka, totalmente tranquila y escuchando lo que le decía al lobo que lo acompañaba, sin poder evitar soltar una risilla divertida al escuchar la amenaza del ojiazul de terminar con todo. – ¿En serio? – Le preguntó intrigada y al verlo lanzar el golpe, sonrió aún más divertida y simplemente se dejó caer de espaldas como peso muerto, esquivando el golpe del shinobi y elevando sus piernas para atrapar con ellas el brazo adelantado que había tratado de herirle, torciéndolo y halándolo con suficiente fuerza para lanzarlo un par de metros e incorporándose, encogiendo el cuerpo para librarse de la cadena que había logrado aflojar usando un kunai que deslizó hacia su mano desde el estuche arriba de su muñeca y oculto por su amplia manga. Una vez que se deshizo de sus ataduras realizó un jutsu que lanzó tres proyectiles de agua a una tremenda presión, cargados con chakra que los hizo tomar la forma de un tiburón, dos de ellos dirigidos al shinobi y un tercero hacia el lobo, abriendo sus fauces como si quisieran devorarlos, aunque su verdadera intención con el can era alejarlo para que no interviniera en la batalla, no quería herirlo, pero si insistía, no le quedaría otra opción.

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