MS 6 - ISLA NANAKUSA

La siguiente red que tocó subir fue nuevamente de los detestables mariscos, cómo ansiaba Hyo verlos en una ensalada, descabezados, sin patas y pelados; con un estremecimiento que casi le provoca una arcada, tiró de las cuerdas con mucha más fuerza que en las ocasiones anteriores para poder cerrarla más rápido todavía y le dio un jalón mientras giraba, para poder lanzarla hacia arriba y que llegara al barco sin tanta necesidad de estarla tocando, casi podría decirse que la lanzó a cubierta y quizá pudo haber conseguido hacerlo, pero si se detuvo fue para mantener como desconocidos los alcances de su poderío. Una vez que se pudo alejar de aquella red, metió la cara al agua para refrescarse y disimular el profundo desagrado que le provocaban los camarones vivos e incluso, hizo un par de gárgaras con el agua salada para quitarse el amargo sabor de boca producto de las náuseas .
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Progreso:

Otra red más que según sus cálculos, debía completar la cantidad requerida de salmón. Luego de subirla, se sorprendió de ver lo rápido que el Capitán había fileteado el pescado, iba casi a la par con ellos lo cual era digno de admirarse, no era lo mismo capturar cincuenta o cien peces de un jalón en una sola red, que cortarlos uno por uno en varias piezas con tanta perfección y delicadeza, pues las lonjas debían ser uniformes, ni muy delgadas, ni muy gruesas y en una línea perfecta, era carne demasiado fina como para cortarla torpemente por las prisas, sin embargo, podía notarse la increíble habilidad de aquel viejo lobo de mar en tales menesteres y por las muchas recetas de las que le había hablado, la joven se preguntó si en su juventud o en su tiempo de ocio, se trataba de un chef de sushi.
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Progreso:

El otro marinero que se encontraba en el agua ayudó a subir otra red llena de salmones, por lo que Hakusame se relamió los labios pensando que tal vez sí podría tener su ensalada de salmón, queso de cabra y lechuga rizada, aunque antes habría que ahumarlo y eso tomaría su tiempo,  un valioso tiempo que ella no tenía entonces, pues tan pronto como tuviera todo lo de la lista, debería partir a la siguiente ubicación por otro tanto de ingredientes exagerados para un banquete de toda una aldea, a la que ella no pertenecía y en el que no participaría, una de esas reuniones que detestaba, en una fiesta hipócrita y con protocolos tediosos, pero era una misión y haría lo que fuera necesario por enaltecer a Kirigakure y cumplir con su deber, después de todo, de eso se trataba ser shibobi, incluso si a veces había que hacer tareas tontas y tediosas, pues esas ayudaban a conseguir el dinero que nunca venía mal, pues se requería para conseguir armas y materiales para fortificar los muros.
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Progreso:

La mujer nadó un poco más lejos del barco, llevando con ella la red, cerca de la zona donde habían encontrado las primeras merluzas, pues la tarde moría y es lo que más le restaba por conseguir, le hacían falta unos ocho kilogramos ya contando lo que había caído en la red esta vez y preguntándose si se hubiera cortado el cabello, vendado el pecho, usado pantalones y camisas holgadas y hubiese fingido una voz más grave… ¿le habrían dado misiones mejores pensando que era hombre? ¿Le habrían encomendado entrar en combate o deshacerse de los pillos que rondaban su país? Quién sabe, ahora ya nunca podría averiguarlo, pero el enviar a una de los siete espadachines demoniacos a hacer las compras, parecía hasta hecho adrede para molestarle… y entonces vino a su mente el recuerdo de quién la metió en eso en primer lugar.
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Progreso:

Ya totalmente convencida de que aquello era alguna clase de venganza o una broma de mal gusto, tras haber cavilado y recapitulado lo sucedido, se planteó por primera vez la idea de darse por vencida con algo. – Que haga lo que quiera, al fin y al cabo mi obligación se limita a mantenerlo vivo estando dentro de Kiri, lo que suceda más allá del muro, no es mi problema. – Pensó tan  molesta que por poco y no se da cuenta del cambio en el movimiento del agua y de que estaba a punto de ser embestida por un pez espada. Fueron solamente sus sentidos agudos lo que la salvó de una herida potencialmente letal, en especial el sexto, esa intuición que le advirtió de un peligro y la hizo ladear el cuerpo antes incluso de mirar, por lo que si bien recibió un corte en la cintura, fue solo un rozón y el empujón de la criatura al pasar. Situación ésta, que la hizo gruñir molesta por el hecho de que su sangre se mezclaba con el agua salada.
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Progreso:

Aquella herida en su costado provocó que otro grupo de peces se acercara a ella, considerándola carnada y es que casi nadie se detenía a pensar en los hábitos alimenticios de las criaturas marinas, pero una mujer con afilados dientes de escualo, que llevaba siempre como compañía una demoniaca Piel de Tiburón viviente con la que podía fusionarse, conocía de sobra la oculta hostilidad del mar. De pronto se vio rodeada por un montón de peces de colores y por primera vez, en lugar de torcer los labios esbozando una sutil sonrisa, la abrió ampliamente, de oreja a oreja, mostrando sus dentelladas como navajas y antes de que los peces pudieran reaccionar en que se trataba de un depredador y no una carnada, giró tan rápido en el agua y con tanta fuerza, que provocó una pequeña corriente que los desorganizó, lo que le permitió silbar y desde el barco, le arrojaron otra red, mientras que ella se dejaba hundir para evadirla y luego nadaba hacia a un lado.
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Progreso: