Villa Yuki

Aquí estaba sola en una de pequeña casa que había logrado conseguir a buen precio en la villa residencial Yuki, no era nada del otro mundo, algo simple y sencillo luego que casi toda la villa desapareciera y sabiendo que casi un 90% esta sepultado bajo la nieve a varios metros de profundidad. Hace algún tiempo que había despertado de su coma inducido y que se había encontrado con él, aquel gordo de cabellos negros que le ayudo a recuperarse. 

Un día simplemente el desapareció cumpliendo su deber así como el pequeñin que lo acompañaba -Supongo que las cosas no duran demasiado- Se dijo a sí misma mientras limpiaba del polvo su dulce hogar. No tenía idea si habían otros Yuki aún por allí, si los había bien podría conversar con ellos y quizás volver a la gloria su antiguo clan y sino pues tampoco planeaba hacer grandes cosas, viviría su vida de forma tranquila hasta donde pudiera, ir de vez en cuando a una que otra misión sino como planeaba sobrevivir en este mundo. 

Aunque por su mente aún tenía esa idea de que no gustaba pelear, había otro lado que le incitaba a que lo hiciera, era una contradicción con la cual vivía a diario, como si una segunda mente estuviese dentro de ella, como una enfermedad aunque ya no sufría de dolores de cabeza. -Deja la flojera atrás, este lugar no estará limpio por si solo-  

Había pasado ya unos días desde que terminara las fiestas navideñas, y todo el ajetreo se calmara pasando a la calma habitual de la desolada ya Villa Yuki. A pesar de ello todavía podía sentirse lo poco que quedaba del aire festivo como algunos adornos, árboles y luces navideñas. Pero entre la soledad, se encontraba la joven Mikasa Yuki, hasta ahora la única sobreviviente del clan que se supiese y aunque quizás esperaba que más de sus parientes estuvieran vivos no podía albergar esperanza luego de la tragedia ocurrida hace mucho tiempo en la rama principal de la familia.

Después de un largo tiempo, la casa ya estaba limpia tanto como a ella le gustaba, en una esquina yacía su equipo de maniobras, una espada con un corte extraño y una chaqueta café con un símbolo extraño, sin duda ropa muy extraña para un Yuki, y sin duda la misma ropa que usaba cuando se encontró con sus allegados hace ya algunos años.

-Está todo listo, que debo hacer ahora... volver, retomar aquello, hacer ese viaje en busca de otras opciones de vida. La paga no es mala en mi trabajo pero esta vida sedentaria realmente... ¿me va bien?- Quizás ya era hora del cambio, salir de la villa Yuki, salir de Kirigakure.

Estaba decidida a partir en un viaje, lo había decidido hace no más de unos cuantos minutos, al ver de nueva cuenta su equipo. No tardó mucho en dejar todo en su lugar y cambiarse a su traje típico de chaqueta café sobre su camisa blanca, la bufanda roja cubría su cuello mientras se colocaba aquel instrumento de maniobras, que no era muy grande, en la cintura; mientras su pequeño bolso con algunas baratijas, shurikens y cosas demás se ubicaba justo encima pero sin provocar molestias.  

-No puedo seguir con esto, debo saber la verdad, vivir, buscar algo en lo cual entretenerme. No debo seguir este aislamiento al cual me he obligado a vivir- Era una pequeña casa pero sin duda muy acogedora para ella, había pasado buenos momentos, tranquilos momentos que provocaban una débil sonrisa en la pelinegra. Dejó la casa con cierta pesar pero con un aire renovado hacia su primer destino, la popular aldea de Kirigakure.

Si bien iba de vez en cuando a ese lugar, no pasaba mucho tiempo allí y menos a donde se dirigía ahora, el Santuario principal, el lugar donde las sacerdotisas de la villa vivían y llevaban las ceremonias del pueblo.