Pintando la casa [Misión D]

Parecía que la mayor fuente de misiones en aquella aldea era, sin lugar a dudas, el clan conocido como los Nara. No habían apenas unos días desde que había terminado la misión de vencer a uno de ellos en aquella partida del juego de mesa cuando, el anciano del local donde me hospedaba, me hizo saber de una nueva oferta de trabajo apropiada para una persona como yo. El contenido de la misión, evidentemente me disgusto sobremanera, básicamente por el hecho de que se trataban de simples trabajos manuales completamente indignos para un ser de estatus superior para mi persona. Pero de nuevo, el dinero era un problema, además que las misiones eran mi único y verdadero contacto con otras personas que no fuesen las que, al igual que yo, utilizasen aquel hostal como hogar temporal. Así que, me tragué el orgullo de nuevo y fuí hacia la dirección indicada para encargarme del trabajo.


Durante el camino y por recomendación de mi hostelero, me detuve a comprar unos ropajes más cómodos y desechables para no tener que manchar aquellos elegantes ropajes que había portado conmigo desde la luna. La verdad es que mis ropas habían sido siempre un impedimento a la hora de realizar trabajos de tan bajo calibre como el que estaba a punto de realizar. Así que aproveche para, definitivamente cambiar mi vestuario durante mi estancia en la tierra para así evitar, igualmente, llamar excesivamente la atención. Entonces, ya completamente vestido y preparado, marché para cumplir aquel nuevo trabajo.

Llegar a la casa me alivió un poco a decir verdad. El comprobar que no era tan grande como había pensado desde un principio, pude pensar que sería más sencillo de lo que esperaba, así que simplemente, más animado, busqué al dueño de la casa que ya me había comprado la pintura y las herramientas necesarias para que me encargase de todo. Me dijo que paredes quería de cada color y como hacerlo, así que yo solo asentí mientras memorizaba los colores y dejaba cada cubo cada una de ellas para así no tener que equivocarme u no recibir el dinero por aquel trabajo.


Me recogí el cabello en un moño antes de colocarme un pañuelo a modo de cubrecabeza para así evitar salpicones de pintura en mi níveo y perfecto cabello, el cual cuidaba como si fuese el bien más precioso que tenía. Luego simplemente me dediqué a empezar por la primera habitación de todas, no sin antes cubrir toda la casa de papeles, plásticos y otras cubiertas para que nada acabase seriamente manchado y pudiese haber quejas por parte del perezoso hombre que me había encargado la misión. Una vez terminado, agarraría la brocha y me marearía levemente ante el fuerte olor a pintura del primer bote que abrí. Así que, incluso antes de ponerme a pintar, decidiría irme rápido a por otro trozo de tela que atarme alrededor de la boca y así evitar oler tanto aquel olor insoportable.

Me había equivocado completamente cuando dije que porque la casa fuese pequeña todo aquello iba a ser sencillo. Ya únicamente la primera habitación había sido un infierno para mi en el que mi brazo derecho se encontraba agotado, agarrotado y con unos pocos calambres. Normal, teniendo en cuenta que no estaba preparado para pasarme horas haciendo un mismo movimiento, necesitando estirarme un poco para alcanzar los rincones más altos y ocultos de la casa y, además, haciendo movimientos repetitivos de sube y baja para cubrir toda la pared varias veces con diversas capas de pintura y que quedase bien. Una persona no habituada a trabajos manuales como podía serlo yo, alguien que facilmente era considerado de la realeza en la Luna, aquí debía someterse a trabajos bajos como aquel y, por lo tanto, no estaba acostumbrado. Así que finalmente me dí por vencido cuando el Nara apareció ya en el atardecer, viendo que la casa no estaba terminada y mandándome a descansar por el momento, indicándome que para mañana sin falta debía estar terminada.


Agotado, simplemente volví al hostal con la cabeza gacha, sin ganas de hablar o de recordar el duro día que había tenido tras de mi. Me dí una ducha para quitarme las anchas de pintura en rostro y extremidades y luego me dejé caer en la mullida cama tras una cena ligera y reconstituyente. Me quedé dormido al instante, recuperando las fuerzas que necesitaría para el siguiente día en el cual debía terminar de una vez por todas con aquella maldita casa y rezar para nunca más tener que hacer una misión como aquella.

A la mañana siguiente volví al lugar de la misión, un poco antes para aprovechar las horas más calurosas de la mañana pues lo que hoy me tocaba era, en gran parte, el exterior de la casa para y quería usar las horas mas frías para terminar dentro y las más cálidas para hacer el exterior. Me apresuré en llegar, haciendo salir de la casa al perezoso Nara que al parecer había olvidado la hora a la que dije que hoy llegaría para terminar mi trabajo. Realicé todas las preparaciones necesarias como tapar boca y pelo y, aunque me desagradaba, usar las mismas ropas manchadas que utilicé hace ayer para no tener que comprar ni ensuciar otras nuevas.

Lo primero que hice fue terminar con todo el interior que, si había calculado bien, debía terminar antes de que el sol saliese por completo. Se notaba que aun no estaba acostumbrado y que el cansancio acumulado ralentizó mi trabajo un poco más de lo necesario. No me gustaba aquella sensación que, desde hacía tiempo, no sufría. El como las agujetas atormentaban mi brazo derecho mientras pintaba las paredes y me hacían detenerme de vez en cuando para masajearme el biceps para seguir una vez había descansado suficiente.


Cuando terminé, salí de la casa para observar las paredes exteriores mientras llevaba el bote de pintura con la mano. Aquí la cosa se ponía mucho más pesada y complicada, teneindo en cuenta de que iba a tener que pintar todo el lugar. Por suerte, el ser un ser de la Luna, esto iba a resultar mucho más sencillo a decir verdad.

Me elevé del suelo portando el cubo en una mano y la brocha en la otra y fuí desplazándome de aquel modo para ir pintando por completo todas las paredes de la casa. Adoraba la capacidad innata de mi clan para poder elevarnos en el aire sin necesidad de algún jutsu especial o algo por el estilo, era nuestra simple naturaleza el poder hacer ese tipo de cosas. Aproveché que había aligerado bastante el trabajo para probar si era más sencillo utilizar esta capacidad para pintar la casa manipulando la brocha a distancia pero, al no ser un control perfecto sobre el movimiento de masas, lo cierto es que tardaba más de lo necesario en desplazar la brocha así que volví al estilo original de utilizar el esfuerzo físico y mancharme para terminar con aquel trabajo.


Ignoré igualmente las miradas curiosas de la gente que se paseaba por la calle, observando al ser de puro blanco que volaba alrededor de la casa pintándola por completo. No me extrañaba, al fin y al cabo aquella era una habilidad extraña y peculiar. Sonreí levemente de lado mientras desaparecía por una de las esquinas de la casa de la mirada de los curiosos, tenía que terminar para poder volver a descansar y mirar cuales eran las próximas misiones que me tocaba realizar. Le estaba cogiendo algo de gusto a todo aquello de esforzarme, aunque no demasiado, simplemente causaba cierta… satisfacción el terminar y recibir la recompensa después de todo el sudor y el esfuerzo.

Y finalmente, con una ultima pincelada y una segunda capa para dejarlo todo uniforme, había terminado con todo aquel trabajo. Descendí hasta el suelo, mirando satisfecho mi obra como si fuese un cuadro hecho por el mejor de los artistas. Sin duda había terminado y, además, había quedado perfecta. Personalmente no me gustaba el color ni el estilo utilizado para aquella casa pero, lo que no cabía duda, era de que mi trabajo había sido encomiable y perfecto y, evidentemente, el Nara no tendría ningún problema en admitir que mi trabajo no tenía ninguna fisura y recibiría el dinero que me correspondía. No me equivoqué cuando el perezoso hombre llego para ver el resultado, silbando satisfecho y entregándome el dinero que había prometido a la persona que se encargase de realizar aquel trabajo. Con el dinero en mano, me despedí del hombre, alejándome de nuevo hacia mi hogar temporal.


Al llegar, repetí el ritual efectuado el mismo día anterior. Un baño para relajarme y limpiarme, una cena que me supo a gloria y, finalmente, un largo y placentero sueño en la cama que el anciano me había reservado como mi habitación permanente desde que le pague los primeros días con el dinero de mi primera misión. Ahora solo debía descansar aquellos días todo lo que me había cansado en este y luego esperar a que aquel hombre me entregase nuevos rumores de misiones cercanas y trabajos donde pudiese acumular mayor experiencia e ideas de aquel mundo antes de dcidir absolutamente nada.