Treceava Casa

Tiempo al tiempo se dijo la Yuki andando con recelo, con paso calmado si ajetrear su vuelo, su capa ondeante se meneaba con el aire y su mirada perdida no se asomaba por su carilla. Mavis Yuki, sacerdotisa de uno de los orfanatos, corría por entre los prados, con su conejo en mano dispuesta a dar unos cuantos saltos y con una casa restante la noche en vela lucía inquietante. Un alarido de un lobo o un humano, que podría haber sido eso se pregunto la peli azul cuando al dar la vuelta las garras mas profundas que vio intentaron golpearla con sazón. -AH... Aléjate- Gritó la pequeña indefensa mientras cuidaba de sus prendas, corriendo hasta donde alguien pudiera verla. Con su corazón en su mano sus miedos se vieron reflejados, de la nada aquella bestia la siguió y con extremo temor la Yuki corrió. De entre los prados verduscos iluminados, la residencia principal lucía más cercana. -Un poco más Mavis, sólo un poco más- 

Del alarido al espanto, Mavis cayó en un canto y con sus dulces repartidos por doquier la muchacha no vio a donde correr, la bestia seguía sus pasos y en su mirada se notaba su letargo de sangre humana fresca y de mañana. Que podía hacer ante la bestia, se pregunto con modestia cuando de repente un faro de luz los iluminó asustando a la bestia acorraló, de la nada se fue y con apuro la sacerdotisa se paró. Una sombra a lo lejos se reía, debía ser el dueño de la algarabía, que con sorna compartía una bebida con sus amigas. -Bienvenida a la fiesta pequeña fantasma, espero que mis casas no hayan sido una estafa- Dijo vestido de Dracula cuando bien Mavis podía romperle la cara. Había perdido muchos dulces pero valía la pena conservar la calma en medio de todas esas luces. Con paso tranquilo camino por la escalinata hasta llegar a la entrada más cercana, adiós a los engaños y mentiras; era hora de la bienvenida. -Bueno, se acabo por fin y con varios dulces me resigno a respirar al fin-