Primera Casa

- ¡Mitsu-chan! ¡Mitsu-chan! ¡Espérame! – Pidió una tintineante pelirroja que trataba de correr con su larguísimo vestido que se atoraba en la banqueta, mientras que un lobo de color negro corría arrastrando unas cadenas y daba vueltas – ¡Mitsu-chan! No me dejes que me asusto. – Le insistió mientras sus pies con unos delgadísimos zapatos avanzaban titubeantes tras cruzar la cerca de un jardín. Escuchaba una musiquilla un tanto extraña y aguda que le erizaba la piel y también maquinarias que parecían abrir y cerrar algo con presión de aire, además del sonido extraño de computadoras e instrumentales como si estuviera en un hospital o algo parecido. – ¿Seguro que es el camino correcto Mitsu-chan? No quiero que nos regañen por pedir dulces en el hospital. – El lobo regresó hasta la delgada muchacha, posándose junto a ella para que los dedos de su mano le rozaran el lomo y supiera que la estaba guiando, gruñó un poco y la joven abrió los ojos grandes como platos por la sorpresa. – ¡¿Qué son qué?! Mejor vamos a otro lado Mitsu-chan. – Puchereó pero el cánido caminó detrás de ella y le empujó para que se acercara a la puerta. – Está bien, está bien, pero no me dejes… – Accedió y tocó la puerta, escuchando un singular timbrazo con sonidos extraterrestres y luego comenzó a cantar aunque con algo de timidez. – La calavera tiene hambre ¿no tiene un pancito por ahí? –

Miró con cierto temor la caminata que le esperaba a lo largo de las trece casas embrujadas para poder asistir a la fiesta de halloween preparada por quien sabía quien pero que todos habían sido invitados. Era claro saber que nunca había asistido a una de esas fiestas y por consiguiente el buscar un disfraz era de los más difícil para ella pero al final opto por algo sencillo como una capa de color oscuro que cubría todas sus facciones así como su típico traje de sacerdotisa y con una banda de color gris que cubría su cintura para darle una forma humana a su figura. Con cuidado y entre sus manos llevaba en vez de la típica calabaza un conejo de tonos blancos con ojos rojos, unas orejas semi dobladas que yacían al costado de su cabeza y unos dientes sobresalientes muy blancos. Obviamente había un gran contraste entre el disfraz y su recolector de dulces pero eso era lo menos importante ahora que estaba frente a frente a una puerta de la cual una gran luz blanca iluminaba  a la sacerdotisa que ganas no le faltaban para salir corriendo del lugar, pero tenía que cumplir esa misión de importancia. -Los.. niños..necesitan..sus..duces- Se repitió varias veces a la vez que observaba como varios seres extraños con cabezas alargadas lo que a simple vista podía ver. -Esto es solo.. dis-disfraces... Solo eso... Si, so-solo..eso-

Con un sonido de despresurización, la puerta se abrió, Mai pudo sentir en su rostro el calor de una intensa luz que cayó sobre ella, pero al no poder ver nada, dependía de los sonidos y los olores, que no eran ni tantito agradables. Mitsuji le indicó que había una charola con dulces, por lo que usó la mano para echar algunos en su cubetita en forma de calabaza que llevaba en el hocico y otros tantos en la de ella, dejando caer unos cuantos en el proceso por el temblor de su mano. – ¿Quiénes son ustedes? – Preguntó una extraña voz robotizada, Mitsuji soltó una especie de quejido de disgusto y Mai solo pudo sentir algo que le tocaba el brazo, o mejor dicho, varios “algo”, por lo que se quedó muy quieta y palideció aún más de lo normal. – B-buenas noches… s-soy un elemental de lava… – Tartamudeó, pero un golpe de la cola de su compañero le hizo tratar de recomponerse. – Es decir, soy Surtur y él es Fenrir. – Corrigió señalando al lobo que agitó la cubeta entre sus fauces. – Sus cerebros parecen ricos. – Respondió aquella voz manipulada y un escalofrío recorrió a Mai que musitó un asustado “gracias” antes de salir corriendo en dirección contraria, dejando caer en el proceso otra parte de los dulces que el sujeto disfrazado de Alien con muchas antenas ponía en su propio recipiente. El lobo soltó un bufido pensando en que sería una noche muy larga si Mai iba a espantarse con todo e inclinó la cabeza para agradecer, tras lo cual se fue a buscar a la muchacha. – Pobre muchacha, la has asustado y vaya que era alta. – Comentó la amable voz de una señora desde el interior de la casa. – Y su perro de verdad parecía lobo. –

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Dulces = 99 – 25 (Susto 9) = 74

Una vez la puerta abierta la Yuki se adentró un poco mientras varios de esos seres de cabezas enormes se acercaron y tocaron la cabeza de la joven con unas delgadas y casi huesudas manos si es fueran humanos, alertando a la Yuki y causando que su cuerpo se tensara mientras su voz se volvía cada vez más aguda por el miedo de estar frente a ellos, tras ellos podía ver varios estantes de cristal que contenían sustancias irreconocibles entre líquidos y cosas movibles que un poco más causarían un paro cardíaco en la joven que ya había empezado a temblar por el miedo. -

¿Du-dulce o truco?- Dijo la peli celeste alzando el conejo blanco entre sus manos cubiertas por la sotana negra que cubría su cuerpo. -Veo que has aguantado bastante pequeña. Un disfraz simple pero efectivo para ocultar tus miedos- Dijo el alien mientras seguía dando palmaditas en la cabeza de Mavis buscando calmarla pero causando un efecto totalmente distinto en ella. -Es Bas-bastante útil- Respondió con nervios mientras el alien sonreía y mostraba una faceta más humana -No temas pequeña, has pasado esta casa alienigena ten tus dulces y suerte en las siguientes- Dijo la voz mientras dejaba el paso a la Yuki quien con un gran suspiro miró con alegría los dulces en el conejo.

La verdad una de las cosas que nadie sabía de Rivaille es que, aparte de sentir un gusto exaltado por la limpieza y los utensilios para la misma, el shinobi del clan Nara también disfrutaba y en exceso de las cosas dulces. Por ello, no era raro el verlo como en cada Halloween con el traje de su héroe favorito de turno recolectando golosinas en solitario y con un inusitado entusiasmo. Caminaba tranquilo por la acera en aquella colina que finalizaba en una fiesta a la que supuestamente estaba invitado, con su bolsa para dulces y el ánimo de que, más que querer encontrarse con algún ente indeseado, simplemente deseaba comer caramelos…. ojalá muchos.

- Vaya… ¿Son acaso alienígenas? - Se preguntó a si mismo mientras recorría la estación futurista con las manos en su bolsa y de forma seria - Debo admitirlo… me gustan los aliens.

Fue así como llegó hasta la entrada donde, sin demora, tocó el timbre y aguardó por una respuesta…

Off: Dulces = 95 

Caminando elegantemente con su largo vestido de encajes, su gran sombrero con plumas y flores, una alta mujer con la cara pintada como una calavera muy particular, avanzó por la calle, hasta llegar a una casa totalmente decorada como si fuese un sitio de investigación OVNI, a lo que rodó los ojos y suspiró, cruzando el patio con gran garbo. Haciendo caso omiso de toda la escenografía espacial que si bien era elaborada y bastante buena, no le llamaba mucho la atención. – Ya llegó la calavera a pedir pesito y si no hay pesito, aunque sea un tostón y si no hay tostón, me los llevo al panteón y si no hay panteón, se los come el tiburón. – Cantó sin poder evitar soltar una risa irónica en el último verso, acercándose a tocar la puerta para obtener los tradicionales dulces, aprovechando de acomodar su atuendo y adoptar una bella pose sosteniendo su ramo de alcatraces. Sonidos computarizados, luces ultrabrillantes y algo de vapor, posiblemente de hielo seco le dieron la bienvenida, junto con una pareja de seres cabezones de color verde con enormes ojos.

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Dulces:

En ese momento una enorme luz, algo amenazante y extremadamente brillosa, le cubrió por completo hasta que pasados un par de segundos volvió la visión a sus ojos y… ¡sorpresa! Su bolsa de pronto estaba llena de dulces, caramelos, paletas y otras chucherías rellenas de azúcar y derivados que tanto le encantaban.

- Muchas gracias! - Exclamó… dentro de su mente, sacando uno para comerlo de inmediato y dándose vuelta para continuar con el recorrido.

Antes de partir, decidió que sería bueno disfrutar un poco más del escenario por lo que sin pensarlo demasiado, se limitó a observar a los alienígenas y mirar el detalle que tenían las esculturas de seres atrapados en tubos de laboratorio. Fue ahí cuando, de improvisto, un muchacho intentó asustarle más sólo consiguió que Levi le mirase despreocupado…

-¿Euh? - Exclamó confundido - ¿Qué quieres?

Más no tuvo respuesta, por lo que el sujeto saló corriendo y casi por instinto, Rivaille decidió que le seguiría.