Segunda Casa

Ciertamente el comportamiento de ambos chicos era raro ya que normalmente a Sakura se le veía rompiendo cosas y a Kousuke un poco mas reservado, pero era noche en que los muertos regresaban para estar entre lo vivos y tal vez ese aire fantasmal hacia que ambos actuaran de esa manera.

El aire que chocaba con el rostro de la chica dejo de ser frió, y paso aun mas penetrante, ademas de que la atmósfera cambiaba considerablemente, por ello Sakura comenzó a ver a su alrededor, enseguida se topo con la mirada de su amigo y le sonrió, pues se le hacia demasiado amable por su parte preocuparse por ella aun sabiendo de los desastres que provocaba en la Villa Uzumaki. 

El bosque a cada paso se hacia mas tenebroso y a lo lejos se veía una fogata con mujeres haciendo ritos, aquello le pareció interesante a la chica pues no era común ver un escenario así, pero Kousuke le indico que mejor era salir rápido de ahí, tomar los dulces e irse pues los brebajes que preparaban se veían de dudosa procedencia.

-Tienes razón Kousuke-kun, esto esta raro y huele aun mas raro.- susurro mientras lo jalaba a su lado después de haber tirado las bombas apestosas y saltado, ya que cerca de ahí se encontraba una olla de dulces. -Tomemos varios y salgamos como balas.- Dijo mientras comenzaba a meter dulces a su calabaza de manera rápida y silenciosa.

La joven al no escuchar a Kousuke detrás de ella y detectar un sonido de algo caerse, volteo para ver que una de las brujas que estaban ahí logro esquivar la bomba que el chico lanzo y le había quitado algunos de sus dulces por lo que Sakura exclamo. -¡Vieja loca, no le quite los dulces a Kousuke-kun!- Enseguida vio la cara de horror que tenia el rubio y al voltear pego el grito mas fuerte en toda su vida a causa de un susto.

Salió veloz, como alma que lleva el diablo. Un buen susto le metió la albina y eso que no le dio tiempo a que lo reconociera.–Creo que ya me aleje lo suficiente– se detuvo para descansar y tomar aire. Así fue como dio enfrentaría a la segunda de las trece casas. Era un gran patio, demasiado grande para su gusto. Se oían rumores a lo lejos y el cielo nublado impedía distinguir con perfección entre las sombras. Se alegraba de poder caminar por la oscuridad. Después de husmear por aquí y por allá, se topó con la reunión de brujas y hechiceras. Las cuales estaban en su oscuro ritual. En casos como estos el valor era con lo único que se podía contar. Por lo que se acercó sin titubear ni un poco a las terminas que comenzaron a rodearlo, diciendo palabras en una extraña lengua.–Calma, no es mucho lo que te pueden hacer– así fue como fue rodeado por completo, entre risas macabras y conjuros malignos.–Un dulce, un pan o un chocolate … lo que sea es bueno para continuar con mi peregrinar–

 

 

 

–Quiere un dulce un pan o un chocolate– rieron a l terminar esa frase. No se le podía pedir mucho a un grupo numeroso de brujas. Quienes hasta hace poco danzaban alrededor de las brasas. –Hermanas la noche está terminando, un último sacrificio no vendría mal– al escuchar esa frase se preguntó seriamente en qué lugar se había metido. No era la típica casa que los dueños te trataban de asustar. Estas sin dudar alguna eran brujas y como tal algún maleficio querían utilizar. Pero su ritual requería sangre y aquel Yuki estaba de promedio en un pésimo momento.–Creo que mejor me retiro– expreso titubeando mientras intentaba alejarse de aquel circulo. Y fue ahí cuando en un caldero, que no tenía brebaje. Encontró un tesoro repleto de dulces. No desaprovecho, de un rápido movimiento tomo todos los que pudo y se hecho por segunda vez a correr. La tercera casa, cuando estuviera en la tercera casa las brujas ya no le seguirían. Al demonio con ellas.

La albina avanzó por el bosque hasta encontrar algo que sonaba muy parecido a un aquelarre, risas y cánticos en torno a un caldero con un extraño brebaje de olor peculiar le recibieron cuando al fin alcanzó la fuente de luz. – Cuando el reloj marca la una, las calaveras salen de su tumba. Chumbala Cachumba Cachumbala. – Cantó con tono irónico y espectral apareciéndose frente a las hechiceras que rieron y lanzason unos brillantes polvos sobre su menjunje provocando una humareda azulada. – ¿Has venido a conocer tu futuro? – Preguntaron mirándola y deslizando sus palmas abiertas sobre el vapor en movimientos rítmicos y circulares que les daban un aire místico. – No. – Contestó tajante. – Mi futuro, mi pasado y mi presente se entrelazan con la muerte. He venido por la dulce ofrenda que mantenga mis huesudas manos lejos de sus cabezas. – Sentenció y las mujeres se miraron unas a otras riendo. – No eres la verdadera Catrina. – Dijeron mirándola con malicia.
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Dulces:

- No. Soy algo mucho peor. – Respondió secamente sonriendo y mostrando su blanca dentadura, compuesta de varias hileras de afilados colmillos en una diabólica mueca que heló la sangre de sus interlocutoras. – ¿Qué clase de monstruo eres? – Preguntaron, a lo que la enorme calaca soltó una risilla perturbadora. – Uno de los peores que pueden encontrar entre los vivos, así que mejor no me hagan perder mi tiempo, tengo que alcanzar a un espíritu penante que las visitó momentos atrás y tomen mi consejo: Mirar el destino no tiene ningún valor, lo que te define es cómo recorres el camino. – Argumentó mientras las brujas llenaban su calavera con los preciados dulces que había ido a buscar. – Y Feliz día de Muertos. – Exclamó antes de emprender la marcha hacia la siguiente casa misteriosa, pero justo a un paso de retomar el sendero que salía del bosque, se volvió hacia ellas. – Y feliz año nuevo, que tengan una dichosa luna de Samhein. – Completó, tras lo cual se retiró de una vez por todas.
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Dulces:

Segunda casa: lo típico un bosque, un lugar donde muchos cánticos se escuchaban por todos lados,  y  a pesar de ser de noche la luna daba la claridad necesaria para pasar el bosque lleno de lo que sea que estuvieran gritando o cantando en medio de la noche. Era cosa de seguir un camino simple hecho de piedras y tierra en medio del pasto que dirigía a lo lejos a  una fogata donde muchas sombras o trajes de sotanas hasta el suelo de color negro rodeaban lo que parecía ser una caldera. -Señoras, saludos soy Petra Ral y pasaba por aquí si tenían unos cuantos dulces- dijo sonriente caminando hasta el grupo que se viró para observar a la rubia que lucía demasiado tranquila. Las mujeres la vieron y una sonrisa escapó de sus labios por ver quizás carne fresca aunque a la joven no parecía importarle menos aquello -¿Dulce o trucos? que deciden señoras- Alzó su calabaza viendo como algunos dulces parecían situarse cerca del caldero y de las brujas.