Doceava Casa

Dejando de lado las calles de alado, Mavis Yuki suspiro con cansancio pues era hora de un cambio y de que aquella fiesta fuera más que solo sustos por dulces de cambio. Solo faltaban dos casas más y la penúltima parecía no ser tan fantasmal como su predecesora pero como siempre Mavis pensaba antes de entender la verdad. Un cuarto lleno de muñecas cosidas, rotas y tanto horribles inundaron el lugar dejando nada a la imaginación de los cordialmente invitados. -Muy mal gusto, un muy mal gusto- Se dijo la sacerdotisa sintiendo la fría brisa, era ahora o nunca para pasar aquella casa y salir airada de las represalias. Un camino largo hacia un pasillo se mostró y con recelo la pequeña se adentró. si bien era la forma más rápida de salir al menos sería en una pieza no sin antes morir. Como la luz le llegó a tapar la visión, su mirada perdió la dirección y entre las sombras la Yuki luchó para de una vez encontrar la redención. 

Un susto tremendo se llevo la Yuki cuando del techo una muñeca horrible le había golpeado. Con ligero dolor la sacerdotisa camino hasta que en sus manos la misma muñeca parecía sonreír de costado, Mavis lanzó la muñeca atrás pero antes de dar un paso más. la cabeza de la muñeca voló hasta posarse en el hombro que la Yuki tembló. -Desagradable- Gritó echando a correr y derramando dulces por doquier, ni bien había conseguido unos cuantos cuando se había ido sin varios. Trágico terminar tuvo pero al menos el aliento contuvo, y su vida se mantuvo entre los mortales que ella cuido hasta que se entretuvo con algo más que un ligero caramelo de uva. Quedando una casa restante, Mavis podía sentirse regocijándose, aunque había sido toda una osadía, sus dulces se conservaban en la mayoría. -Sólo una casa más, y todo terminara por fin para la noche de brujas- Fue lo que pronuncio Mavis a la vez que cargaba sus dulces con simpatía y alegría nada moderada, era una amante de los dulces y la mayoría lo sabía pero con esto estaría feliz hasta el final de sus días.