Onceava Casa

Era hora de la verdad y solo faltaban tres casas más, nuevamente la neblina emergió ante la repentina aparición que la Yuki mostró. Sujetos extraños, momias, lagos encantados, almas, brujas, muertos y monstruos marinos fueron los sucesos de cada uno de sus martirios, Mavis Yuki caminó con paso calmado hasta estar en un entrada a un pueblo callado. Un gran relincho se escuchó, logrando gritos de desesperación. -¿Qué no era este un lugar abandonado?- La Yuki se repitió con enfado, así que estas personas vestidas de trajes escalofriantes eran la atracción de la casa restante. No parecía sentir miedo y eso le jugo una mala pasada al dedo, cuando aquel relincho siguió Mavis notó que su valentía emigró. Tras ella un caballo negro se acercaba y con cada paso la muchacha se alejaba. No parecía ser tan terrorífico cuando hasta que su cabeza lanzó hasta los pies de algún tonto rico, y como si una película de terror se tratara la cabeza se le fue  arrancada.

Con paso apurado la Yuki dejo de lado corriendo como si su vida dependiera de un dado, en un rápido movimiento Mavis se alejó dejando todo el lugar alborotado, ya había pasado demasiado como para quedarse a pasar un buen rato que supuso no sería hasta que el jinete estuviera harto. Era solo uno de ellos y con tantos seres en el pueblo, se alejaría sin llamar la atención del encargado de traer la acción en la noche de ficción. La peli azul con su traje no pudo correr como quería y cuando giró su rostro supo que debía hacerlo aunque su cuerpo se resistía. Con ambas manos tomo la sotana que desbordaba de su traje y con el conejo en mano se adentró hasta una choza repleta de brebajes. Borrachos y hombres apestando a alcohol eran lo que menos esperaba ver la sacerdotisa siempre en contra del licor. -¿Qué sucede afuera?- Dijo respirando con dificultad mientras sus manos sostenían aun el traje de Qetsyah. -Es solo una cacería pequeña, ven siéntate y tomate algo antes que el decapitado venga por un recado- Le respondió aquel hombre pero antes de decir algo, un ruido seco de un hacha se escuchó por todos lados.