Onceava Casa

–No puedo creer que ya este llegando a la recta final– exclamó al ver que después de sortear aquel cementerio, estaba a punto de llegar a la Onceava Casa. Si continuaba con ese buen paso podría terminar aquel tenebroso recorrido antes de la línea de muerte. Que era el amanecer. Si el gallo cantaba todo habría sido en balde. Obteniendo solamente un estrepitoso fracaso.–Pero no tengo que pensar en forma derrotista, se que lo conseguiré hacer– dándose ánimos a si mismo se adentró al bosque oscuro que se egregia adelante. No tenía nada que perder y mucho que ganar. Por lo que siguió con un caminar firme y decidido. A lo lejos se escuchó el relinchar de un caballo y el estrepitoso ruido de las herraduras y los cascos, chocando contra el suelo, además el sonido provocado por las espuelas y las partes metálicas de las bridas. Un jinete se acercaba a a toda velocidad.–La calavera solicita su ayuda, un dulce o comida que le quiera dar– expreso tranquilo, sin mostrar temor en sus ojos ante el jinete que no se había detenido.

 

 

El jinete no detuvo su marcha y siguió de frente en contra del Yuki, si no se quitaba del medio seria arroyado por el caballo. Sin mas alternativa salto hacia un lado del camino y aquel oscuro jinete continuo con su marcha, entre risas y estruendos de los cascos golpeando el empedrado camino. Pudo notar como a ese oscuro ser le faltaba su cabeza. Era claro que era un espectro o un demonio mal habido. Lo que fuera no podía ni quería volverse a topar con él. Alzó la mirada y notó como se perdió entre las espesuras del bosque. Además enfrente de él había una cantidad de dulces, toó algunos dejando muchas más tirados y salió a toda prisa en contra ruta del oscuro jinete. No deseaba toparse con el decapitado, si lo hacia podía ser que no corriera con tanta suerte, por lo que de nuevo corrió como alma que lleva el diablo. Sentía como su corazón casi salía de su pecho o peor aún se detenía por aquel susto. Así fue como salió de esa terrorífica arbolada y continuó hacia las últimas dos casas.

 

Luego de haberse desecho de los zombies que la perseguían, una vez más la bruta hija del Príncipe Yuki, trató de volver a la civilización, pero no parecía haber más que un continuado bosque a su alrededor, lo que ya la había fastidiado en demasía, no porque no le gustara el bosque, al contrario, le encantaba el paisaje campestre y prefería su soledad en vez del bullicio de la gente, pero quería terminar de una vez con todo aquel recorrido y la misión autoimpuesta de recolectar dulces y el tiempo se le terminaba. Había caminado unos minutos maldiciendo entre dientes, cuando escuchó el galope de un caballo que se acercaba a ella. – ¿Caballos? ¿En serio? ¿Es esta época? ¡Genial! – Pensó y se orilló un poco en el sendero cantando el verso que continuaba. – Cuando el reloj marca las diez, las calaveras saltan en un… pie… – Dijo perdiendo la entonación en la última palabra y quedándose perpleja al ver a un sujeto decapitado montando un caballo que rezumaba fuego por la nariz. No estaba en la naturaleza de Hyo asustarse, pero eso no le evitaba sorprenderse y justo en aquel momento, se sintió como Mavis, pues le dieron ganas de preguntar un montón de cosas, cómo veía el camino, cómo seguía andando, cómo mantenía el cuello de su uniforme acomodado, cómo sabía con quién trataba… pero haber pronunciado sus interrogantes hubiese sido inútil, porque tampoco tenía boca para contestarle aquel jinete.

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Dulces:

A pesar del notorio inconveniente para sostener una conversación, la albina pensó que no perdía nada con intentar obtener respuestas que no necesitaban de palabras, así que estiró su cubetita con forma de calavera. – ¿Algún dulce para la Catrina que solitaria camina? – Pidió, pero lo que recibió fue una estocada de un mandoble bastante antiguo. – ¿En serio? Contra una de los siete espadachines demoniacos? Deberías saber que somos colegas. – Espetó, aunque el degollado no pareció tomarle importancia y lanzó otro golpe con su filo. La albina que ya estaba más que convencida de que dejar a Samehada fue un error, no pudo evitar sentir alivio cuando su compañera apareció de entre los árboles, saltando a su mano y permitiéndole empuñarla para sostener el duelo. – ¿Me estuviste siguiendo? Pobre chica… pero te prometo que te tocará parte de los dulces. – Le aseguró con gratitud y luego de un extraño duelo de esgrima en el que consiguió derribar al espectro de su montura, este hizo una reverencia señalando el fin del combate y le entregó una bolsa llena de dulces, haciendo una seña para despedirse, a lo que la joven le agradeció y aprovechó para preguntar si no sabía por dónde se había ido la llorona, el jinete señaló en dirección noroeste y ella volvió a agradecer, siguiendo cada quien su camino.

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Dulces:

Tras pasar ese pueblo de muertos, otro pueblo se alzaba y de esa forma quizás mas muertos habían de nuevo pero esperaba que no, y si los hubiera podría escapar de ellos al ser lentos y un poco tontos, así que tenía grandes chances de salir ganando en esta casa pero al llegar a ver a la gente se dio cuenta de que eran distintos, tenían vida, emociones así que no se trataba de muertos. Se acercó a uno de ellos y este le respondió el saludo cuando la vio. -Señorita, mucho gusto bienvenida a Sleepy hollow, que gran disfraz parece sangre de verdad- Le dijo consiente a lo que la rubia rió de vuelta -Gracias por su opinión. Este lugar parece muy tranquilo par formar parte de las trece casas-  Dijo de forma causal y ante la mención de eso la mujer que le hablo de forma amable se tensó y lamentó, un sonido al parecer de trompeta se escuchó con varios disparos cercanos y gritos de horror. -Ahora que viene, mas muertos o alguien vivo-

-Vamos señorita es hora de refugiarse- Dijo jalando a la chica Ral hasta su residencia no muy lejos donde por unas rendijas vieron como un corcel negro se acercaba con un hombre montado sin ¿cabeza?.. Un grito de horror salió desde los labios de Petra, esto no le gustaba nada y en verdad le daba miedo el enfrentarse a esa cosa, que parecía buscar a alguien y cuando miró su mirada en dirección de ellas su corazón le dio un vuelco al ver acercarle mucho. Hasta el punto de que se bajo del caballo y con hacha en mano arrancó la puerta de la casa, cogiendo a la señora y cercenando-le la cabeza tan violentamente que manchó de sangre de verdad a la rubia que salió corriendo por la puerta hasta buscar la salida. -Debo escapar, este lugar es aterrador- dijo al borde casi del llanto por ver morir a alguien, este lugar era detestable y se aseguraría de no regresar jamás a Sleepy Hollow.