Octava Casa

Con cuidado había ingresado o traspasado ya la mayor parte del patio embrujado mágicamente y ahora tan solo bastaba que la Yuki saliera del lugar y dirigirse hacia la octava casa quedándole solo unas cuantas casa más, entre su trayecto hacia la salida una calabaza repleta de dulces llamó su atención  y de inmediato la Yuki se acercó para tomar un par de ellos pero un sonido estridente y muy fuerte la asustó logrando tomar tan sólo un puñado de estos en un rápido movimiento antes de tomar su capa cubrir su cabeza y salir huyendo con su conejo repleto de dulces en la mano. Dio una mirada hacia atrás y la sacerdotisa vio con horror como las calabazas saltaban de sus lugares fijando su mirada en la Yuki, soltando carcajadas grotescas que terminaron de espantar a  Mavis para que abandonara el lugar lo más rápido posible que le permitieran sus piernas. -Solo cinco casas más y habrás terminado Mavis, no es mucho, solo unas cinco casas más-

–Conseguiste llegar hasta la octava casa– se dijo para darse ánimos. Ahora prácticamente estaba a menos de medio camino. Aunque la cantidad de dulces obtenidos, comenzó a disminuir considerablemente. Probablemente estas casas eran más difíciles y esa era la razón de aquel detalle. Pero esto en ese momento no le impostaba. Sabía que tenía que terminar el recorrido, sin importar el resultado final. Fue así que llegó a un campo de calabazas. Por un momento pensó en tallar alguna de ellas, como la tradición dictaminaba, pero no había tiempo para hacerlo. Al llegar el centro de aquel campo, encontró algo que le recordó a un espantapájaros. Pero rápidamente se dio cuenta que no era tal cosa. El cuerpo colgaba de un madero en forma de cruz, con ropa vieja y un sombrero de paja. Pero la cabeza era la de una calabaza tallada. Y en su interior una lumbrera, que iluminaba todo el campo por los espacios de la calabaza.–Ehhh …. Un dulce o algo para los muertos errantes–  dijo a aquel ente, sintiendo que él era el custodio de esa casa.

El ente comenzó a moverse al escuchar aquellas palabras. Alzó su rostro y miro fijamente a Ishiro. Y de sus cuencas y boca, salieron una poderosa llamarada. Perecía ser que quería ver el miedo del Yuki, pero este nunca apareció. Mostrándose inexpresivo como cuando llegó. –Con que no tienes miedo… – expresó una voz macabra y de ultratumba. Dio un salto y termino cayendo justo enfrente del joven. –Yo que me jacto de decir que engañe al mismo diablo, no pienso darte ningún dulce. ¿Qué te parece? ¿Qué vas a hacer?–  informó de forma retadora, como intentando hacer caer a su invitado en su macabro juego. Se carcajeo macabramente, esperando la respuesta a sus intimidaciones.–Puedo llevarme una calabaza, en algunas regiones se puede hacer dulces con ella– respondió de forma tranquila e ignorando las palabras de aquel demonio. Fue así que se acercó a una de ellas y se dispuso a cortarla.–Ehhhh … una calabaza, bromeas, toma estos dulces, no eres nada divertido. Lárgate de aquí– segunda vez que era echado a patadas, pero le dio igual ya que obtuvo lo que buscaba.

Luego de un rato, la albina tuvo que continuar su camino, se despidió de sus amigos esqueletos que le mostraron la salida de las catacumbas subterráneas y una vez que dejó los túneles, volvió al bosque, donde pudo ver luces un poco más lejos, así que se dirigió hacia ellas en busca de aquella misteriosa llorona que perseguía, porque estaba segura que conocía el atuendo que llevaba y eso no le hacía feliz. Caminando un poco, pudo ver todo un campo de linternas de calabaza, que lucía espléndidamente bello, así que comenzó a cantar de nuevo mientras se adentraba en busca de personas y dulces. – Cuando el reloj marca las siete, las calaveras pierden un diente. Chumbala Cachumba que laca laca tumba. – Hasta que comenzó a escuchar ruidos raros que la hicieron avanzar con cuidado. Algo que se arrastraba detrás de ella le puso en alerta y saltó justo a tiempo para evitar unas ¿hojas? Y ramas vivientes que trataban de atraparla.

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Dulces:

Soltando un suspiro mientras saltaba de aquí para allá evadiendo las calabazas musitó. – Esto comienza a cansarme ¿supongo que es el dominio de Jack? – Preguntó al viento. – Exactamente. – Le respondió un larguirucho ser con una enorme linterna de calabaza por cabeza. – Vaya… eres incluso más flaco que Ishiro ¿has visto de casualidad a la llorona? La estoy buscando hace rato. – Aprovechó para averiguar mientras tomaba dulces de un caldero al centro del campo, lo que pareció no agradar al legendario ser que gruñó y comenzó a dar zancadas de casi dos metros, acercándose peligrosamente a la guerrera de la aldea oculta entre la nieve que tuvo que saltar para evitarlo y en el proceso perdió parte de su botín. – Okey, no te enojes, deberías comer algo de esos dulces, a ver si tomas más consistencia. – Bromeó sin dejar de saltar, alejándose lo más que pudo de Jack Lantern, con la ventaja de una madrugada neblinosa, que dicho sea de paso, era su elemento.

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Dulces:

Séptima casa fuera y bienvenida octava casa. Paso del túnel y de ahí un camino de piedras le llevó hasta un lugar lleno de pasto, parecía más una huerta que otra cosa que daba miedo pero no debía juzgar las cosas por como eran a simple vista antes que en verdad se asustara por otro motivo de gran tamaño. Cuando llegó al lugar un hombre-calabaza se vio a lo lejos y parecía moverse  de un lado a otro buscando a alguien pero a quien buscaba. Se acercó hasta el hombre raro y le vio llamando su atención con su calabaza -Hey, ¿dulce o truco?- dijo con calma sonriendo y vio como el hombre le observaba de arriba a abajo con curiosidad. -¡Matar!- Dijo con voz gruesa y trato de acercarse a la rubia que se alejó unos cuantos pasos y sacó su espada de su guarda apuntándole - Con calma, no vine a  hacerte daño, solo de paso y por algunos dulces. Si actúas así no tendrás amigos y a nadie que quiera estar contigo nunca más, piénsalo hombre-calabaza-

De inmediato el hombre se detuvo y siguió viendo a la rubia de tamaño pequeño con curiosidad, pero al ver la espada se tensó un poco y se alejó unos cuantos pasos, como calabaza pues era normal que le tuviera temor a los objetos cortantes y filudos que con facilidad podían cortar la cabeza que hace unos instantes resplandecía con fuego del infierno y que ahora lucía como una lámpara cualquiera de las calabaza que adornaban su huerta. El sujeto se alejó con paso tranquilo, mientras la chica Ral guardaba su espada en su saya para luego acercarse hasta la mesa y ver los dulces en grandes cantidades. Ahora como parecía tener el permiso del hombre, la rubia tomó muchos en su bolsa y hasta se comió unos cuantos saboreando su sabor. Estaba realmente feliz pues había conseguido muchos en este lugar, y si le iba así de bien en las restantes, tendría suficientes para toda la legión. -Gracias por su ayuda, señor. Nos vemos el próximo año-