Novena Casa

La octava casa había sido traspasada por fin y ante ello la sonrisa de la Yuki se había pronunciado más de lo que parecía aparentar en toda la noche, por fin había dejado aquel patio de calabazas pero aún era muy temprano para sentarse y relajarse, debía visitar algunas casas más para que por fin pudiera tener la cantidad de golosinas para ella y para los huérfanos, antes de retomar su camino a casa, feliz por su cacería. Y como se lo había imaginado aunque con mucha mas niebla y oscuridad, Mavis llegó hasta las cercanías de un lago donde varios botes estaban ubicados para transportar a los invitados hacia el otro lado donde una gran mansión en lo alto, parecía jaranearse de las desgracias de la Yuki, quien gimió en voz alta por todo lo que estaba pasando. -Bueno, una menos o una más.. Da lo mismo, sólo espero que no sea tan horrible este viaje- Se dijo a sí misma mientras subía a uno de los botes donde el encargado vestido de un traje de calavera le dedicaba una sonrisa siniestra que la Yuki trato de no mostrar su incomodidad, y tras una reverencia juguetona el viaje comenzó.  

El viaje se inicio y la alegría en esfumarse no tardó, cuando la Yuki con su curiosidad innata se acercó hasta la barandilla nefasta, donde su reflejo en el agua vio con claridad una sombra segundos después atrajo su atención. De entre las profundidades la sombra emergió y Mavis un grito de horror soltó, alarmada por los movimientos de la bestia su conejo repleto de dulces sobrevivió a la estampida. Cuando parecía que aquel viaje estaba por terminar un grito desde la oscuridad, alertó el lugar. -No más de esto- Dijo la sacerdotisa quien con pesadez se movía entre sus sitio, tratando de no hundir el pequeño bote que en manos del encargado parecía sucumbir en un instante. Cuando el viaje cesó la Yuki un ligero suspiro soltó, mientras el encargado entre sus manos sacó dulces de todos lados, y con una sonrisa ladina le entrego a la pequeña niña su tajada por tan valiente osadía. De un salto Mavis salió no sin antes girar su rostro y notó, que aquel hombre desaparecía en medio de la agonía.  

Al llegar a la siguiente casa, noto que no había nada. Ninguna construcción, campo o espanto a la vista. Era raro, demasiado raro. Pero al avanzar un poco más, termino en el borde de un gran lago. El camino terminaba en la orilla del cuerpo de agua. Vio toda la extensión de agua y el reflejo tétrico de la luna sobre de ella.–Creo que no hay otra alternativa– así fue que salto al agua para intentar cruzar hasta el otro lado. Comenzó a nadar y siguió de frente esperando no demorar demasiado. Aunque a la distancia pudo observar, como a medio camino se encontraba un islote en medio del lago.–Excelente, si tan solo pudiera llegar hasta ahí– pero a cada brazada que dio, comenzó a notar que no estaba solo. Algo se movía en aquellas turbias agua. Lo que fuera, era grande y rápido. Se percató que trataba de cortarle el paso y fue cuando vio como una aleta se alzó sobre el agua. Por el tamaño, se dio cuenta que era un pez de gigantescas dimensiones. Debía salir del agua, lo mas rápido posible.

 

 

No era un nadador nato, pero por o menos era eficiente en hacerlo. A emas la adrenalina del momento ayudo a que sus movimientos fueran más rápidos. No quería ser alcanzado por ese monstro acuático, por lo que forzó al límite sus músculos, para así poder llegar a la orilla de aquel islote. Si lo conseguía estaría a  salvo. Al legar a la orilla, se apresuró a posicionarse en medio de aquel fragmento de tierra firme. El pez gigantesco rodeó el islote, pero al ver perdida su presa desistió y volvió a ocultarse entre las aguas.–Cerca, demasiado cerca– estaba agotado, por lo que decidió recobrar un poco de aliento. Así pasaron unos minutos y después de inspeccionar ese lugar y encontrar algunos restos de animales y huesos de sospechoso aspecto humano. Noto que en medio del islote se encontraba un cofre. Al abrirlo dio con varios dulces. Se podía llenar las manos, pero eso lo volvería más lento al nadar. Tomó algunos, sin exagerar y se lanzó al agua de nuevo. Iniciando otro pleito con el pez, dando como resultado otra victoria del Yuki.

Tan concentrada iba en alejarse de la calabaza viviente, que no se percató de que se le acabaron el piso y los árboles hasta que comenzó a caer, pero por fortuna, logró usar su chakra para ponerse de pie sobre el agua. – Ah no, no estropearé mi maquillaje hasta que no brille el sol en el cielo. – Aseguró y comenzó a avanzar, pero el agua se removía debajo de ella y eso no le gustaba. Pronto apareció un extraño monstruo que parecía el almuerzo a medio comer de un gato gigante de basurero. – ¿Dulce o truco? – Preguntó sarcástica mientras evadía la dentellada lanzada por aquel extraño habitante del lago. – Otro día me la pensaría para jugar contigo, pero hoy no puedo permitirme un chapuzón, aunque sea latex lo que tengo sobre la cara. – Aclaró sin dejar de moverse de un lado para otro, concentrada en mantenerse sobre el agua y buscando con la mirada la orilla del lago para volver a la tierra para poder continuar su camino.

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Dulces:

El monstruo no hacía más que gruñir y tratar de devorar a la Catrina del pueblo de la nieve que se planteó seriamente la idea de congelar el lago y vender aquel ¿pescado? Cosa o lo que fuera por kilogramo como comida congelada, pero hasta los engendros macabros merecen vivir en paz, y no lo podía culpar por defender su territorio de una extraña que lo había perturbado a altas horas de la noche. Comenzaba a extrañar a Samehada, pero no iba con el disfraz y no se suponía que fuera a tener peleas, quién se hubiera imaginado que esto iba a ser más ajetreado que las misiones que le encargaban los ancianos del consejo de Kirigakure. En tales circunstancias, no le quedó más que seguir saltando y corriendo, en especial ahora que había ubicado la costa, el problema es que estaba bastante lejos y aquella cosa nadaba más rápido de lo que ella corría, sin embargo, el entrenamiento ninja era bastante útil.
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Dulces:

Era hora de dejar el lugar y pasar a la siguiente etapa de la recolección de dulces y por ello debía dejar ese sitio y subir al bote que le esperaba, un hombre vestido de momia estaba en un extremo como si le esperaba para cruzar el lago. -Señorita, es la última en recorrer los caminos, pocos minutos más y estaba a punto de irme- Dijo con voz gruesa y alargando las palabras, asintió y se adentro al bote donde tomó asiento para partir al otro lado de la isla. El trayecto fue tranquilo pero a mitad de este un sonido del agua con varias burbujas emergieron a la superficie alertando a la dama -Hay algo que deba saber de este lago señor- Dijo mirando de reojo al sujeto que asintió -Se dice que hay un monstruo capaz de hundir barcos enormes solo para devorar a sus presas- Suspiro la rubia y de inmediato volvió a hablar -No me diga y es de gran tamaño de seguro- el hombre respondió con un rotundo si, sacando un gemido de frustración de Petra. -Estúpidos monstruos gigantes-

-Estúpidos monstruos gigantes- Se quejó observando con calma el lago que al parecer se había calmado un poco pero una sacudida al lago alertó a la chica Ral que se paró de inmediato manteniendo el equilibrio y sacó su espada de su saya, cuando una segunda sacudida azotó al bote la rubia lanzó su cuchilla al monstruo pero este lo había esquivado a tiempo. Petra sacó otra y esta vez lo utilizo como un arpón y le asestó en una parte vital a la bestia pues pudo ver el líquido carmesí teñir el agua del lago un poco, y con eso debía bastar para que la bestia dejara en paz su bote y sus preciados dulces. -Realmente impresionante señorita, no esperaba eso- -No digas nada que acabo de perder dos de mis espadas en aquella bestia, tendré que recuperar estas pero por suerte traje cuatro más de estas- Dijo sentándose de nuevo en el bote y viendo la cercanía de la orilla que la llevaría hasta la siguiente casa.