Décima Casa

Tras cruzar aquel lago que no viene al caso recordar tal engaño, la Yuki con paso tranquilo caminó hasta que una sombra de árbol la abordó, con pesadez su camino vio pues delante de ella algunos hombres fingiendo ignorancia la miró. Como si aquello fuera un videojuego, la muchacha recordó como se llama el juego. "Resident Evil" era el nombre que recordó cuando la mirada de un hombre de soslayo recibió. -Vamos son granjeros, que viven cerca de su dueño- Se dijo Mavis a si misma, a la vez que trataba de calmar los nervios que la sacudían, si esto era un terrible sueño deseaba despertar de ello por completo. Pero como eso era imposible siguió su camino por el trayecto frío, entre las hachas y paja del granero la sacerdotisa divisó su intenso miedo reflejado en los ojos del granjero. De entre las sombras una imagen se vio y Mavis a todo pulmón grito, como si fuera poco aquel seceso cada hombre se acercó con recelo.  -Solo estoy de paso, no vengo a quedarme ni un rato- Respondió a la vez que tomaba el conejo blanco en mano, esquivando los gruñidos de los hombres en vano.

Antes de que cruzara el alba la Yuki tenía que mantener la calma, de entre la multitud una voz le llamó y con cierto malestar la menor paró, de entre los hombres reconoció a uno de sus amigos pero es que ese sujeto no había fallecido. Se preguntó mientras sus sentidos parecían recuperar en raciocinio, aquellos estaban muertos no había duda de eso pero que hacían esos seres aquí, era algo que la sacerdotisa no podía inferir. -Maaavis- Escucho su nombre desde los labios resecos del tipo, hasta que sus oídos no aguantaron tal sentido. Con su conejo en mano corrió hasta que una cabaña cubierta con murciélagos la recibió, adentrándose con temor estuvo pero por más ganas de correr se detuvo, en medio de la mesa una zona de dulces había y armada de ganas de comérselos fue con valentía. Una señora extraña la vio desde su escondite más próximo que encontró, por la tenue y palidez de su piel la Yuki estaba segura de su vejez, con otra sonrisa Mavis salió no sin antes darles las gracias por que su voz acalló.      

Salió de aquel lago mortal, completamente empapado y agotado, hasta ahora la situación paso de ligeros sustos a pelear por la vida propia. –Extremista– musitó al abandonar esas tierras anegadas.La Decima Casa estaba enfrente de él, pero se topó con un escenario con el cual no podía describir exactamente. Ese paramo era un cementerio antiguo. Las criptas y lapidas viejas, tenían el nombre abandonado de los difuntos que ahí dormían.–Es lo peor, uno realmente muere cuando la última persona que lo recordaba, lo borra de sus memorias– dijo con tristeza al ver todo aquello. Era triste ver una tumba olvidada y toparse con decenas era deprimente. Pero pronto noto algo extraño. Las tumbas siguientes estaban abiertas, pensando que fueron víctimas de un profanador, pronto descarto esa idea, al apreciar cómo estas fueron abiertas desde su interior.–Si los muertos salen esta noche, porque no …– fue la primera idea que se le vino a la mente.–Señores, necesito una cooperación para la calavera, lo que sea es bueno–

Hubiera preferido no haber perturbado ese cementerio. Después de decir aquellas palabras, se vio rodeado de cientos de muertos vivos. Eran zombies, los cuales se acercaron a él de todas las direcciones. Tenía que pensar rápido, no era del tipo que parecían estar simplemente disfrazados. –Tenías que hablar– se amonestó así mismo, después de verse completamente rodeado. De un rápido movimiento, salto hacia una cripta y de ahí a una serie de mausoleos. Teniendo cuidado de no tirar ni una cruz o cripta. Se decía que, quien lo hiciera compartiría la misma muerte del difunto. Una vez en ese terreno alto, dio varios saltos y continúo hasta los límites del cementerio, perdiendo algunos dulces en el proceso. Ya al final encontró en el suelo, un momento de caramelos abandonados. De seguro de otro desdichado que se dio a la fuga. Al ver que tenia que reponer la perdida, decidió tomarlos y meterlos en el saco que traía consigo. La racha que tria consigo, se había perdido.

 

Luego de dejar el lago atrás, llegó a un cementerio que por alguna razón no le dio buena espina, y cuando casi estuvo al centro del camposanto, entendió porqué. Varias de las tumbas estaban abiertas, pero no se trataba de saqueadores, ya que todas habían sido destapadas desde adentro, se notaba por la forma en la que se amontonaba la tierra alrededor del boquete y en algunas hasta podía ver los ataúdes destrozados, aquello si bien no la atemorizaba, no le gustaba. El olor a putrefacción de nuevo le hizo arrugar la nariz con disgusto. – Cuando el reloj marca las nueve, a las calaveras todo se les mueve… – “Cantó” casi en un susurro, comenzando a escuchar gemidos desagradables y al no tener sus armas a la mano, lo que hizo fue preparar sus garras meticulosamente cuidadas y afiladas, así como su devastadora mordida, mas para su infortunio, un grupo de cadáveres ambulantes comenzó a dirigirse hacia ella. – Genial… ¿dónde estás los S.T.A.R.S. cuando los necesitas? – Blofeó, los golpes no eran buena idea y por desgracia no llevaba una escopeta consigo.
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Dulces:

Los muertos vivientes extendieron sus manos hacia ella, abriendo sus bocas, parecían hambrientos, pero ella no planeaba volverse zombie, así que saltó a un árbol cercano y arrancó una rama lo suficientemente gruesa para servir de bate y destrozar un par de cabezas. Bajó del árbol y comenzó a avanzar presurosa hacia la salida, al menos tenía la ventaja de la velocidad, pero pronto se encontró con el inconveniente de estar rodeada. – Malditas plagas. ¡Vuelvan a Racoon City o al hoyo del que salieron por lo menos! – Vociferó mientras daba tremendo golpe en la cabeza de uno, que los sesos (o lo que alguna vez fueron sesos) se quedaron embarrados en su “arma”, eso por supuesto pareció enfadar a los torpes no muertos que gruñeron más y trataron de acorralarla, pero ella igual siguió abriéndose paso hasta que su vara casi se rompía, entonces se preparó para que ese último golpe valiera la pena. – En la novena entrada la casa está llena, se prepara, es una bola curva, la espera y… ¡se va! ¡se va! La pelota se va por la jardinera derecha. – Narró con emoción como si se tratara de un campeonato de las grandes ligas de baseball, aunque en realidad no tenía ni puñetera idea de qué rayos estaba diciendo, aunque ciertamente había dado tremendo batazo que la cabeza del zombie salió del cementerio mucho antes que ella. Al alcanzar la puerta de salida, se encontró con una abandonada bolsa de dulces que “sacrificadamente” vació en su propio contenedor. – Gracias por el postre.

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Dulces:

-Uno menos y solo faltan tres casa más- Dijo con alegría recogiendo los dulces que el señor momia le había brindado de la casa anterior, ahora si lucía más pesada su calabaza y estaba realmente feliz pero si había que correr sería difícil y eso causaría que perdiera muchos de sus dulces, y eso no lo iba a perder por nada del mundo. Ahora lo que seguía era el cementerio pues había varias lápidas adornando el lugar. -Y ahora qué ¿muertos?-  Se dijo la misma rubia pero después se golpeo ella misma cuando un sonido extraño sonó muy de cerca, no no iba a darle el lujo de voltear y ver lo que había detrás de ella, así que simplemente la chica Ral siguió su andar con calma hasta llegar a varias cabañas donde una neblina espesa se acentuaba en muchos. Habían hombre y mujeres que estaban caminando pero no parecían tener un objetivo fijo para ellos, estaban perdidos y Petra no estaba feliz por eso. -Vamos Petra, camina más rápido y es hora de que cojas más dulces-

Camino a paso rápido y cuando delante de ella un hombre vestido de granjero con una pala en mano se acercó se detuvo en seco y no hacer ruido, le vio a los ojos y en ellos no vio nada, ni un solo rastro de vida ni nada que demostrara emoción alguna de él. -¿Pero que le pasa?- susurró Petra llevando su mano hasta una de sus espadas y la sacó sin hacer mucho ruido para no llamar la atención del resto. Pero eso no sucedió pues el sujeto se acercó más a la rubia quien ella en un rápido movimiento le cegó y paso a su costado evitando los movimientos de atrapamiento del granjero muerto. -A ese lugar- dijo y se acercó hasta una iglesia para buscar una salida trasera y cuan grande fue su sorpresa al ver varios dulces reunidos en un pequeño tarro que tomó entre sus manos y salio de la iglesia hasta la salida, es decir un portón grande que empujó con gran fuerza a pesar de su canasta repleta de dulces. -Ya falta menos y eso significa pocas oportunidades para obtener más dulces-