Cuarta Casa

La respuesta de Hayato le resultó bastante extraña a la alta mujer que no sabía de qué le hablaba, pero tenía una enorme curiosidad al respecto. – Suena interesante. – Respondió alegremente y se volvió a erguir y tendió su mano al errante miembro de su clan. – ¿Les gustaría acompañarnos? – Preguntó para luego avanzar junto con Mitsuji en dirección a la siguiente casa.

El lobo emitió algo parecido a un ladrido para indicarle a la joven que se acercaban al siguiente patio, donde se adentraron a pesar de que parecía un laboratorio arcaico. Sonidos de truenos hacían a Mai voltear para todos lados, para dirigir su oído hacia cualquier cosa que intentara sorprenderlos. Pronto escuchó los pasos de algo enorme, incluso más que ella, muy lento y pesado que parecía caminar con dificultad, o eso le decían los sonidos y las vibraciones de la tierra. La joven sostuvo con fuerza su cubetita de dulces y se puso a cantar otra vez. – La calavera tiene hambre, ¿no tiene un pancito por ahí? – Manteniéndose tan estoica como pudo, no podía permitir que Hayato la viera asustada.
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Dulces Casa 1 = 74.25
Dulces Casa 2 = 54.75
Dulces Casa 3 = 87
Dulces Casa 4 = 48

–Por supuesto, será todo un honor– contesto a la oferta de que los acompañara.  El lobo no pudo dar el gruñido de advertencia a Hayato, por lo que simplemente hizo la finta de morder su pierna. Eso era un mensaje claro. Que su miedo no los avergonzara enfrente de Mitsuji y Mai. EL otro canido de negro pelaje como el azabache, observó la extraña escena, dándose cuenta de que era lo que pasaba en ambos compañeros. Por lo que continuaron en grupo aquel viaje. As fue como llegaron a la cuarta casa.

Aquella mansión era la viva imagen de un laboratorio de un científico loco. Como aquellas películas de antaño donde terribles experimentos eran efectuados. –Algo grande se acerca… y es demasiado grande– expreso cuando escucho las estruendosas pisadas del dueño de aquella morada.––Apiádese de la calaverita y dele algo para llenar su hambre– trato de mantener la calma en ese momento. Recordando la advertencia de Tsume, que esta vez no metiera la pata. Así fue que espero a recibir la ración de dulces de esa casa.

Llegó más tranquilo a la cuarta casa, una fantasma agradable se agradecía. Realmente se le agradecía. Por lo que al llegar a la cuarta casa no sabía lo que la suerte le deparaba. Tantas opciones y el miedo era un factor latente. Por lo que al llegar al laboratorio que se encontraba ubicado en la cuarta casa puso sus sentidos en alerta. No quería desagradables sorpresas u otro susto  inadvertido. Se escuchaban quejidos y ruidosos pasos. Sin lugar a dudas alguien o algo ahí adentro estaba.–¿Qué es ese olor?– pensó el hedor era fuerte. Como a muerto, con lo que es escenario se completaba. Después de avanzar, entre tubos de ensayo, matraces y mecheros. Se topó con un hombre alto, demasiado alto. –He un dulce para la calaverita– dijo tranquilo mientras el sujeto se dio la vuelta rebelando su espantoso aspecto. Avanzando lentamente hacia Ishiro, lo analizaba buscando un rastro de miedo en su nuevo visitante Por lo tanto el Yuki debía de guardar calma, sin aparentar terror alguno.

–Ehh … ¿Tendrá algunos dulces?– inquirió a su anfitrión que seguía sin decir ni una palabra. Esperaba una respuesta, ya fuera positiva o negativa. Pero que se la dieran. Fue entonces que aquel sujeto alto y desgarbado comenzó a gesticular una serie de gritos y alaridos. Por un momento pensó que era la indicación de que se fuera, su presencia no era grata en ese lugar. Por lo que se resignó a irse con las manos vacías. Aunque algo cambio todo ese panorama. El sujeto tomó una enorme caja y la colocó en medio de los dos, al quitar su pesada tapa, se notó varios dulces dentro  de ella. –Toma te los haz ganado– lo invito a que se hiciera de un buen botín. Así fue que a manos llena pudo recolectar una cantidad decente de aquellas golosinas.–Con esto es mas que suficiente, su generosidad es notable– expresó con asombro por la cantidad de caramelos que le obsequiaron. Después de dar las gracias, continúo su marcha, la noche seguía y faltaba mucho por recorrer.

Mitsuji miraba divertido la expresión del “monstruo” construido con varias partes de otros tantos difuntos, pues el sujeto que lo personificaba, se había sorprendido al ver a una dama tan alta y que miraba en su dirección “sin mirar” y sin mostrar ningún miedo, claro que aquel hombre no sabía que la muchacha era ciega y lo que la asustaba eran los sonidos tétricos, no su apariencia, fue así que el enorme lobo se acercó mostrando la cubetita que llevaba en el hocico y la joven estiró la propia con una gran sonrisa, claro que el ver a un lobo mucho más grande de lo normal en su puerta, asustó más al pobre hombre “Frankenstein” que él a sus visitantes, así que un poco tembloroso puso una considerable cantidad de dulces en sus recipientes. – A…ahí tie…nen… – Tartamudeó, Mitsuji enseñó los colmillos en una especie de sonrisa y Mai comenzó a cantar mientras se hacía a un lado para que Tsume y Hayato recibieran su parte. – Ya se va la calavera muy agradecida, porque en esta casa fue bien recibida. -
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Dulces Casa 1 = 74.25
Dulces Casa 2 = 54.75
Dulces Casa 3 = 87
Dulces Casa 4 = 48

Así fue como el par se acercó a lo que parecía ser un monstro con diversas partes humanas. Eran de cadáver su hedor lo delataba y Hayato tuvo que resistir ese olor de los mil diablos. Aunque la joven y el negro can pasaron sin problema. El canido gris y su compañero fue otra historia. Tsume era más pequeño que Mitsuji y Hayato de por si nervioso se notó algo acobardado. –Un perro y otro perro, a quien ¿Por cuál de los dos tengo que comenzar?– algo molesto por el comentario, el par se mostró a la ofensiva. –Hey ¿A quién le dices perro?– expresó con disgusto el Inuzuka, tratando mostrar coraje que extrañamente en esa noche escaseaba.–No me hagan reír ustedes dos, puedo romperle las patas a tu amigo de una patada y a ti usarte como piezas de refacción si así lo deseo– con risas maliciosas le paso un tazón de dulces, realmente no supo cómo tomarlo. Había gran diferencia entre los dos y prefirió no arriesgarse, tomó los dulces y de manera apresurada los guardo como pudo. Para seguir a toda prisa a alcanzar a la joven alta.

La albina continuo su camino hasta llegar a un extraño laboratorio antiguo y soltando un bufido, entró cantando – Cuando el reloj marca las tres, las calaveras van a ver a Andrés. Chumbala Cachumbala Cachumbala. – Y curoseando los diferentes instrumentos que ahí había, hasta que un sonido de chispeo eléctrico y de mecanismos pesados la hizo volverse a mirar a un ser que parecía un rompecabezas andante y que además estaba haciendo corto circuito. – Deberías reclamarle al juguetero que hizo eso ¿aún tienes la póliza de garantía? – Preguntó con ese extraño sentido del humor que la caracterizaba, tras lo cual miró en varias direcciones buscando los dulces mientras que el ente malhumorado gruñía. Al fin halló la bandeja con la azucarada recompensa y metió ambas manos en busca de los confites. – Te aplastaré. La amenazó la criatura consiguiendo que Hyo dejara sus dulces en la mesa y se volviera a mirarlo. – Te apuesto todos esos dulces a que no. -
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Dulces:

Luego de semejante reto, el monstruo de Frankenstein la miró algo confundido mientras ella hacía espacio en la mesa y se sentaba recargando el codo en la placa metálica con la mano hacia arriba como si esperase un apretón. – Vamos juguemos a las vencidas y veamos si eres tan fuerte como crees. – El perplejo experimento no daba crédito a que una mujer le mirara sin ápice de temor y más aún, pusiera en duda su poderío, por lo que pesada y dificultosamente, tomó una postura similar dispuesto a defender su honor. En un principio, ni siquiera aplicó fuerza, seguro de que le rompería la mano a la huesuda, con solo dejar caer el peso de la propia, mas para su sorpresa, ella se rió de él, instándolo a comenzar el juego. El extraño androide rudimentario comenzó a empujar, encontrándose con una inesperada resistencia que lo obligó a usar su verdadera fuerza, con lo que finalmente debió la mano de la albina, pero sin conseguir pegarla a la mesa. Luego de varios minutos de un reñido combate, el ser no logró “aplastarla” aún cuando su ventaja era clara, pero llegaron al acuerdo de dejarlo hasta ahí. La mujer honestamente le dio la victoria y entregó los dulces, pero el sujeto sorprendido por semejante rival, le devolvió la mayor parte invitándola a visitarlo de nuevo algún otro día.
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Dulces:

Cuarta casa, algún faltaba un tramo largo por recorrer pero por los dulces lo haría así que cuando salió de la casa de aquella mujer de blanco, se adentró hasta otra cabaña cercana donde la iluminación era menor que la anterior, al menos agradecía que la luna no estuviera tapada por las nubes dejándola ver con normalidad por donde andaba. Empujo la puerta de la cabaña y el aire a carne podrida y putrefacta se hizo presente, provocando ganas de vomitar en la rubia que retrocedió unos cuantos pasos. -¿Pero que olor más fétido? Que paso aquí, es una carnicería acaso- Se dijo a si misma mientras tomaba un pañuelo de sus bolsillos y lo ataba a la altura de su nuca para cubrir su rostro desde su nariz hasta su boca y evitar el olor al menos un poco. -Bueno aquí vamos si es así, mejor no cojo nada de este lugar- Camino y pronto una estantería de dulces le llamó la atención como de costumbre, empezó a guardar a muchos de ellos en su calabaza pero una sombra y un gruñido le llamo su atención.  

Con cuidado se dio la vuelta sin hacer mucho ruido pero lamentablemente el piso de madera crujió bajo sus pies y el gruñido de lo que sea que estuviera atrás de ella aumento mucho más. -On no...- Susurró la rubia girando por completo y viendo un hombre que probablemente le doblaba en tamaño, estaba bien que era pequeña pero aquel sujeto era demasiado grande, mucho para alguien normal, y de ahí lo notó las cicatrices a la altura de la frente de las manos en sus uniones y de los dientes amarillentos. -Demonios- Susurró la rubia agachándose a tiempo antes de que la mano del gigante le tomara por el cuello e hiciera algún daño pero lamentablemente aquel brusco movimiento de Petra causó que muchos de sus dulces cayeran de su bolsa al salir aterrorizada de la cabaña, siendo perseguida por el sujeto pero como era muy lento no tardó en perderle de vista.