Hyo Yuki vs Levi

La joven trató de seguir los movimientos de su contrincante, sin embargo torció los labios en una mueca de disgusto consigo misma por no poder hacerlo del todo, más bien seguía la trayectoria que dibujaban sus escualos, y aunque tenía el consuelo de saber que no le era tan fácil esquivarlos, aquello no bastaba para ella, había sido elegida y enviada por Udono-sama y no sentía que estuviese cumpliendo con sus expectativas, pensamiento que la hizo apretar los puños, castañear los dientes y respirar profundo, no le estaban saliendo tan bien las cosas para encima dejarse dominar por la ira, así que adoptó una postura de concentración básica durante el tiempo que le tomó dar una respiración profunda y cuando pudo escuchar el rugir del agua cada vez más cercano a ella misma, levantó la mirada, aguzándola tanto como le fue posible, hacia el cielo, para ver el torbellino que se formaba sobre ella, destruyendo la técnica más compleja que poseía hasta ahora, pero no se dio por vencida, así que volvió a crearlo, para que salieran hacia arriba otros tres proyectiles directo al joven en el aire, creyendo que eso haría más difícil que los esquivara, sin embargo, la velocidad alucinante con la que se había movido durante todo el combate y con la que ahora giraba, parecía reducir las expectativas de la kunoichi de Mizukuni, quien apenas alcanzó a mirar un par de destellos que identificó como el filo de las espadas de Rivaille, por lo que volvió a empuñar a Samehada gruñendo por lo difícil que le fue bloquear el potente impacto, cosa que logró en parte solo por el hecho de que su demoniaca espada era bastante ancha y le había servido como escudo, aunque al usar la otra mano para apoyar uno de los extremos, pudo ver un hilillo de sangre correr por su pálida muñeca debido a que las escamas se le habían clavado en la piel.

Hyo Yuki se vio obligada a flexionar las rodillas y separar los pies para mantener el equilibrio y conseguir un punto de apoyo fuerte para no ser alcanzada por el ataque de aquel Nara que parecía moverse como un rayo y confió en que los escualos lo desequilibraran a él o por lo menos le hicieran detener su embestida, momento que aprovecharía para lanzar otra estocada, aún cuando fuera un movimiento un tanto desesperado, pero dado su fracaso en atraparlo y alentarlo, tenía que recurrir a cualquier medio posible y justo en ese instante, pudo escuchar en su cabeza la molesta risa de su abuelo, diciéndole lo inútil que era, por lo que finalmente optó por deslizarse hacia un costado soltando dejando que Samehada y Rivaille cayeran hacia el piso, aunque al no soltar la empuñadura, rápidamente recuperó su espada y comenzó una extraña danza tradicional, cual espíritu de las nieves, giros y movimientos cuidados y precisos que mención aparte de la belleza estética, le permitieron esquivar y escabullirse entre la bruma, apareciendo aquí y allá, tratando de desorientar y desconcertar al enemigo, lo suficiente para alcanzarlo con sus ataques, nuevamente buscando una alternativa para contrarrestar la velocidad que ella no poseía.

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Definitivamente la tal Hyo Yuki era fuerte, muy muy fuerte. Probablemente, en cuanto a destreza física de impacto, o en otras palabras, fuerza bruta, era incluso más fuerte que el mismo Udono Takatsuka. Por ello, no le extrañó que pudiese golpearle con su espada justo en el momento en que su ataque se aproximó a toda velocidad contra Rivaille y este tuvo que destruirlo, distrayéndose por unos cuántos segundos que fueron suficientes como para que uno de sus bra zos sufriera las consecuencias de ello. No obstante, pudo sentir cómo de inmediato la espada con forma de tiburón (ya era un hecho que su forma se asemejaba a uno de esos feroces mamíferos del agua) le desgarró algo más que un poco de carne y de pronto, se sintió más débil y carente de energías. No tuvo que pensarlo demasiado como para adivinar que le había robado Chakra, pero aquello era lo de menos. Sin pensarlo mucho, desapareció y apareció de nuevo detrás de la Yuki dispuesto a enterrarle la espada directamente en uno de sus muslos.

El jutsu de la joven había sido destruido una vez más por el muchacho que sin duda era uno de los shinobis más diestros que había conocido hasta ahora y comenzaba a entender el porqué Udono-Heika lo tenía en tan buen concepto y porqué a pesar de ser un guerrero del País el Fuego, había organizado un entrenamiento con él, sin duda, eso le daba muchas cosas que pensar a la albina y le permitía hacerse una buena idea de su nivel, de lo que debía mejorar y a lo que se enfrentarían si se quebrantaba la precaria paz de la que habían gozado los últimos meses. Mientras todas estas situaciones rondaban su cabeza, la ojiazul pudo sentir el gozo de su compañera al probar sangre y en especial chakra en el combate, ya no solo alimentándose de su portadora, si no que había logrado dar una buena mordida a Rivaille.

La gruesa lengua de Samehada se paseó relamiendo los labios del ente demoniaco y que saboreaba el manjar con el que acababa de hacerse y del cual traspasó un poco a Hyo, como instándola a dejarse de juegos y ponerse seria; la kunoichi suspiró, su compañera podía ser muy voluntariosa a veces, así que asintió en silencio a sabiendas de que era inútil discutir con ella, sin embargo, aquel instante de distracción le costó caro, era un lujo impensable en una batalla, mucho menos en una con un rival capaz de moverse a tales velocidades que sus ojos y sentidos lo perdían, como si desapareciese, la prueba de ello, fue la sensación punzante del frío metal que separaba su piel, abría su carne y se deslizaba con presteza por los músculos de su muslo izquierdo, tiñendo aún más su furisode con el carmesí de la cálida sangre que escapaba de su cuerpo herido, haciendo una pronunciada abertura en la seda y dejando al descubierto la pierna pálida cubierta por una especie de maya de red en color gris oscuro y un portakunai sujeto sobre una venda a pocos centímetros por debajo de la herida. Cuando la espada salió de su cuerpo, Hyo trastabilló por la dificultad para mantener el equilibrio ahora que no podía apoyarse en esa pierna, siempre le había parecido que el dolor de cuando el arma sale, era más irritante que la punción inicial, pero aún así, su entrenamiento evitaba que hiciera cualquier manifestación que pusiera de manifiesto esa sensación. – Debería ponerme más seria, como quieres… – Comentó más para Samehada que para Rivaille o para sí misma y supo que sus palabras fueron aceptadas, cuando las escamas se crisparon en un movimiento descendente hacia la empuñadura y luego volvieron a su posición normal.

Un resplandor azulado y fugaz apareció en el pecho de la albina, a la altura del pendiente que solía llevar consigo y el halo de luz se deslizó hacia la herida, como el gélido aliento de un Dios invernal, haciendo que la sangre dejara de fluir hacia afuera y acelerando el cierre y cicatrización de la herida que se volvió apenas un corte no muy profundo y de paso, rehabilitando (aunque en menor medida) el resto de las heridas sufridas durante el combate.

Acto seguido, la pálida muchacha dejó a Samehada frente a sí, quien mantuvo por sí sola el equilibrio como si se hubiese clavado en la tierra, mientras su portadora hacía rápidamente los sellos Inu, Tatsu, Mi, Tori y esta vez invocaba, no pequeñas serpientes que se arrastraban por el piso, si no un par de reptiles con aires draconianos que rompieron la tierra a los costados de la posición de Rivaille y se alzaron amenazantes como si deseasen atraparlo y devorarlo con los afilados y goteantes colmillos en sus fauces, mientras que ella retomaba la espada y lanzaba una nueva ofensiva.

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Estaba justo en medio de un ataque se aproximaba rápidamente hacia él, y honestamente, le costaba pensar alguna manera de poder salir de ello. Estaba un poco cansado producto de la herida que poseía, y la Yuki tenía muchas formas distintas de poder atacarle. No sólo era la niebla espesa, no sólo era su espada tiburón, ni tampoco su collar que le permitía sanar sus heridas y su incipiente habilidad para lanzar potentes Jutsus. No, era además aquella sorprendente voluntad para poder pelear y aquella fiereza que si lo pensaba detenidamente, ni siquiera el susodicho Tsukasa poseía de manera tan formidable. Ciertamente, Udono era un muy buen ilusionista… pero Hyo era mejor guerrera, y no tenía la menor duda de aquello. Era tal vez, uno de los soldados más poderosos que había visto en su vida.

- Eres impresionante… Hyo Yuki. - Comentó desapareciendo justo en el momento en que todos los golpes se ceñían justo sobre él. Acto seguido, apareció de nuevo esta vez detrás de la misma con una de sus piernas cargada totalmente con chakra de viento, la cual se dispuso a impactar justo en la espalda de la Yuki sin demora alguna.

–Muchas gracias joven Nara, he de decir que jamás me había enfrentado a alguien tan veloz y dudo encontrar a quien le supere, sin mencionar su apabullante astucia. – Agradeció el cumplido la albina y a la vez respondió con propiedad, pues sabía reconocer cuando se encontraba con un oponente que la hacía dar lo mejor de sí, pues era precisamente cuando más disfrutaba los combates, ya que solo de ese modo le parecían realmente productivos, las cosas fáciles poco enseñaban, mientras que los acontecimientos de este día, dibujaban planes en su cabeza, para mejorar y para prevenirse; además de esto, había usado los modales refinados que pocas veces demostraba, como una cortesía por tratar con un amigo de su líder.

Dejando de lado las respectivas gentilezas, el entrenamiento continuaba y aunque la joven volvió a fruncir el ceño al verlo desaparecer, pero el movimiento de la niebla le permitió anticiparse al ataque, aunque por muy poco, pero bastante para volver a girar en su danza tradicional, quedando de costado y viendo cómo la ráfaga de viento impulsada por los pies de Rivaille, sintiendo como el viento se impactaba contra la seda de las mangas del furisode, las cuales fueron agitadas con tanta fuerza, que una de ellas se rompió por la oculta costura y se deslizó en la corriente generada por el ataque, mientras Hyo sentía el frío en su cara por el efecto de la misma ventisca que pasó tan cerca de ella, al grado que casi fue derribada, sin embargo, logró dar un giro más que si bien la hizo agacharse, le permitió usar esa inercia para reequilibrarse y una vez más, aprovechando la cercanía, disparar su jutsu acuático, creando tres misiles de tiburón más.

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Poco a poco iba sintiendo como los ataques de la mujer estaban cada vez más cerca de convertirlo en comida para la extraña espada que portaba con ella. Pero por ahora no podía hacer mucho, sentía todavía la sensación de haber perdido un poco de su chakra y por lo mismo, tenía que limitarse a esquivar sus ataques y esperar el momento oportuno para poder realizar una contra ofensiva exitosa. Al menos, el estar de acá para allá le hacía poder ejercitarse un poco y de paso, estudiar de mejor manera los movimientos de la tal Hyo Yuki. Un soldado que supuestamente era una hembra, pero se movía y comportaba como un verdadero macho dominante.

Justo en el momento en que ella se aproximaba los tres misiles de tiburón, Rivaille los cortó con sus espadas girando como un remolino y desapareció, sólo para volver a aparecer detrás de la Yuki e intentar asestarle un golpe directo en las piernas. Sabía que con ello no lograría hacer mucho, pero era lo único que podría hacer al menos por un buen rato.

Una vez más su técnica fue detenida y destruida por Rivaille sin causarle daño alguno, lo que estaba comenzando a desesperar a la albina quien apenas si había podido tocar al joven Nara, aquella velocidad era un verdadero problema, necesitaba asestarle un golpe suficientemente fuerte para hacer que dejara de moverse, sin embargo, era el blanco más difícil que había tenido nunca… - Un golpe nada más… solo uno… – Se repetía a sí misma internamente, convencida de que eso le ayudaría a equilibrar las cosas y vaya que intentó darlo, pero lejos de asestar, simplemente lo vio desaparecer una vez más frente a ella y aparecer a sus espaldas, por lo que trató de bloquear el ataque que le dirigió, sin embargo, por más que tuviese buenos reflejos, no bastaban para combatir con movimientos tan fugaces como esos y recibió el golpe de lleno nuevamente junto con el corte de la espada en sus piernas, lo que la hizo trastabillar y caer de espaldas perdiendo otra pieza de su ahora carmesí furisode de seda teñida con su propia sangre, dejando ver la bermuda de red que llevaba debajo para sus labores ninjas, aunque usó su chakra sobre el collar una vez más para curarse la herida, que si bien no cerró por completo, le permitió recoger las piernas y arrastrarse un poco hacia atrás para luego dar un giro sobre su espalda y poder incorporarse ganando distancia con Rivaille, aunque ínfima e inservible, una reacción más bien instintiva, con la esperanza de poder hacer un movimiento propio, aunque tuvo que tomarse un momento para recuperar el aliento y la firmeza de su postura, ya que el tener un umbral alto de dolor no evitaba el cansancio ni el temblor de sus rodillas a causa de los músculos magullados. – Admito que esta batalla es mucho mejor de lo que esperaba. – Musitó al fin, dibujando una media sonrisa en su rostro.

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Increíblemente y a pesar de no estar completamente convencido, por fin uno de sus ataques había tenido consecuencias contra la monstruosa mujer (que a juicio de Rivaille, por su forma tosca de luchar parecía hombre) del país donde el agua era lo más común entre los ninjas. Pudo asestarle un golpe en su espalda y provocar que retrocedieran ella y su enorme espada unos cuantos pasos. Sabía que se recuperaría de inmediato con ese extraño collar, pero no le importó, un golpe por diminuto que fuese ya era un golpe y tendría que aprender a valorarlo y aprender de la experiencia. Con ello, al menos ya sabía que Hyo por muy fuerte (demasiado para el gusto del Nara ) y terrible que fuese, tenía puntos débiles al igual que él, y  la clave estaba en aprovecharlos.

Esperó que la mujer se reincorporara antes de atacar. No estaba en sus códigos el iniciar la lucha si su enemigo no estaba en condiciones de pelea, pero al verla de pie y con la postura de batalla intacta, así como con ese temple de fiera que poseía supo que podía reanudar su ofensiva. Por ello, simplemente corrió un poco antes de desaparecer y volver a aparecer de nuevo en la espalda de la mujer, esta vez esperando poder atacarle directo en los tobillos con sólo una de sus espadas.

 

Hyo no supo si molestarse o agradecer que Rivaille le diera tiempo de incorporarse, aunque tampoco tuvo oportunidad de pensar mucho al respecto, pues a penas estuvo de de pie, otro ataque se dirigió a ella y aunque logró poner a Samehada como barrera para que el Nara no la golpeara, no alcanzó a esquivar la espada que se clavó en su tobillo izquierdo, derramando sangre sobre su geta que casi la hace resbalar una vez más y que tan pronto comenzara a secarse, se volvería una incómoda costra, pero la albina hizo caso omiso. Se quedó plantada justo en el lugar en el que estaba, apoyada en su pierna derecha para mantenerse equilibrada y apresurando a curar aquella perforación para evitar desangrarse y poder moverse, ya era bastante malo pelear contra alguien que se movía como centella, para encima estar incapacitada de caminar, así que al menos se aseguró de cerrar la herida lo suficiente para darle movilidad a su pie y de paso, curó otro poco la herida del muslo y usó la espada para empujar a su oponente y hacerle retroceder lo suficiente para realizar sellos de manos, tras dejar a su compañera erizada frente a ella como un escudo y volvió a invocar los dragones de agua que mostraban sus fauces furiosas antes de lanzarse sobre el Nara, ya sea necedad o perseverancia, Hyo debía buscar la manera de detenerlo o por lo menos alentarlo si quería tener alguna oportunidad en aquella batalla.

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Esta vez su ataque había fallado y aquello no lo sorprendió. Sabía que Hyo era una mujer muy potente y por cada ataque que le asertase, seguramente fallaría cuatro o cinco más. Esquivó su técnica desapareciendo y se materializó justo frente a una rama cerca de la muchacha, tenía que volver con su ofensiva. De paso, se tomó un poco de tiempo para poder respirar y descansar unos momentos. Moverse constantemente a grandes velocidades le causaba una enorme concentración y gasto de chakra, y si se recordaba el hecho de que ya había perdido un poco de suministro producto de esa espada, tenía que replantear su modo de actuar. De lo contrario, no sería la mujer quién lo vencería sino que sería él mismo.

- Bien… veamos si esto funciona. - Comentó en voz baja mientras guardaba sus espadas y se asomaba un poco para observar. Quería estar completamente seguro de en qué posición debía caer y en qué lugar estaba estacionada la Yuki. Ya una vez fijado el objetivo, simplemente se lanzó en caída libre contra ella… iba dispuesto, literalmente, sobre su cabeza.

 

Realmente no podia seguir así, Rivaille terminaría acabando con ella gracias a su velocidad y entonces ¿cómo podría presentarse ante Udono-sama luego de haber sido derrotada sin asestar ni un solo verdadero golpe? Eso era simplemente inadmisible, por lo que pensó en intentar algo diferente, algo más a su estilo tanque. Con aquella decisión tomada, la joven albina separó un poco los pies y se plantó sobre el terreno con toda la fortaleza de la que era capaz y “guardó” a Samehada, colgándola nuevamente de su espalda; cerró los ojos concentrándose en la niebla y sus sonidos y no tardó en escuchar el peculiar silbido del viento cortado por el cuerpo del muchacho, que delgado como era, fácilmente se convertía en una saeta humana, sin embargo, no se movió, aún cuando lo escuchaba por sobre su cabeza, adoptó una pose defensiva con toda la intensión de atrapar a su atacante, si no podía alcanzarlo con sus jutsus, se aseguraría de encontrar otro modo de volver su velocidad contra él y su plan era simple: atraparlo justo antes de que la golpeara y con la misma inercia y fuerza del ataque del Nara, más la propia, estamparlo contra el suelo en un intento de detenerlo por un segundo para luego lanzar los dragones de agua a corta distancia, como la caída de un par de cascadas.[/justufy]

Ataque:

❝Defensa: 82 + 10 (Kirigakure) = 92 (Efectiva)
Jutsu: 7 (Efectivo)
Chakra: 23 + 5 (Samehada – Turno 5)  = 28 (+10% Daño Final)
Objeto: 4 (No Efectivo)

Daño final: 1350 + 135 (Chakra) = 1485

Efectos Activos sobre Rivaille: –10 Defensa, –2 jutsu y -50% Chakra por 1 turno.

HP = 5044

Sabía que había sido una idea estúpida, pero de todos modos tenía que intentarlo…  y hacerlo. No tenía más opción ante las cartas echadas del modo en que se mostraron ante él. Suspiro, se levantó después de haber estado un rato echado en el piso y se sacudió toda su ropa, cubierta tanto por tierra, agua y lodo, maldiciéndose por el hecho de haber recibido no un ataque que lo dañase, sino que más bien, uno que lo ensuciase tanto. Dentro del polvo que se había levantado no sabía en qué dirección estaba su contrincante, aunque podía hacerse una ligera idea al seguir el rastro que él mismo había dejado al ser impactado por los dragones de agua. Había sido un imbécil… un verdadero imbécil.

- Bueno…. qué más da, uno suele cometer errores…  no fastidies ahora, estoy ocupado - Dijo al aire, como si estuviese hablando con alguien. Acto seguido, volvió a mirar a la mujer que ya había podido divisar dentro de los residuos de su técnica. - Buen movimiento, Hyo…

En eso, desapareció y apareció justo detrás de ella, dispuesto a clavarle una de sus espadas en medio de lo que se llamaría espalda.

Al ver a Rivaille en el suelo, Hyo supo que era su oportunidad de lanzar otro ataque contundente para que no se levantase más, sin embargo, no era propio de ella, esto solo era un entrenamiento, no una pelea a muerte, por lo que contuvo su usual reacción de aplastar lo que tuviera a su paso, después de todo, la razón por la que adoraba las peleas es porque le servían para medir sus propias capacidades. Aprovechó el momento que el shinobi tardó en incorporarse, para acomodar lo mejor que pudo los restos de su furisode y concentrarse en mantener su rostro inexpresivo y gélido, a pesar de sentirse enfadada por el hecho de ver que había ocasionado mucho menos daño del que esperaba y que este desaparecía, aquello comenzaba a parecer una de esas batallas eternas… y justamente ese pensamiento le arrancó una sonrisa irónica, pues no era más que una apariencia… ya que ella no estaba en tan buenas condiciones como quería aparentar.

Retrocedió cuando el shinobi del País del Fuego se puso de pie y agradeció sus palabras con un educado ademán, lo que le pudo haber costado muy caro. – En las peleas de verdad no hay cortesías – Se regañó a sí misma al tiempo que saltaba y de nuevo hacía uso del Henge para transformarse en un halcón de níveo plumaje que se perdía en la densa niebla reinante en aquel escenario.

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Ataque: